viernes, 28 de febrero de 2020

ALCATRAZ. HISTORIA DE UNA PRISIÓN, de Michael P. King




No es un tema que me apasionara especialmente enfocado en forma de libro. He disfrutado, como casi todo el mundo al que le guste el cine, de un género o subgénero que podríamos llamar “carcelario”. Títulos como “Brubaker”. “El hombre de Alcatraz”, “Fuga de Alcatraz”, o nuestra más autóctona “Celda 211” suelen ser películas que atraen, por una razón psicológica que supongo que tendrá que ver algo con el morbo que supone ver a un grupo de hombres encerrados luchando por sobrevivir y soportar su día a día mientras son vigilados por unos guardianes medio sádicos y medio inhumanos liderados normalmente por un alcaide corrupto y sin escrúpulos. Pero una cosa es que me guste ese gènero de películas, y otra muy diferente que me atrajera, como ya he mencionado, leer sobre ese tema.

Hasta que me he topado con este magnífico libro de Michael P.King.

Mi concepto ha cambiado. Había tenido el libro en mis manos desde antes de finales de 2019. De vez en cuando lo miraba, en mi mesilla, esperando, por un lado llamándome y por otro, al ver su grosor, y sobre todo ante la pereza que me daba enfrentarme a ese tema, repeliéndome, como si me dijera “espera, no tienes prisa”. Hace dos semanas por fin me armé de valor, cogí el libro, lo abrí… Y no puede parar de leer hasta que lo terminé.

No sé si conocéis “El puente”, de Gay Talese. Es un libro que relata la construcción del puente Verrazano-Narrows, que une Brooklyn con State Island, en New York. Ese libro, que leí el año pasado, me entusiasmó por lo que contaba, por cómo lo caontaba, y por las fotografías de los “boomers” desarrollando su trabajo. Pues bien, “Alcatraz, historia de una prisión”, está en esa línea de relato de no ficción, o ensayo histórico, pero para mi gusto superando incluso al libro de Gay Talese. Como suele hacer en sus obras Michael P. King, a la exhaustiva y minuciosa documentación se une una forma de narrar que apasiona al que lo lee, precisamente por la pasión que pone el autor en lo que escribe. Una pasión que, como nos cuenta en el prólogo del libro, le viene desde 1980, año en que vio “Fuga de Alcatraz” y se sintió de inmediato atraído por la historia de la penitenciaría. Su sueño se hizo realidad en septiembre de 2015, cuando en el transcurso de un viaje a San Francisco pudo visitar en persona el lugar y sentir, según sus propias y emocionadas palabras, “un escalofrío imaginándome estar recluido en una de sus angostas celdas en una fría mañana de invierno”. Ya desde el prólogo consigue P. King atraernos hacia el tormentoso pasado de una de las prisiones más inquietantes del siglo XX, que abrió sus puertas durante 29 años, desde 1934 hasta 1963, y que albergó en sus pequeñas celdas a personajes de la talla de Frank Morris, Robert F. Stroud, los hermanos Anglin y hasta al siniestro Al Capone.

La obra está estructurada en el mencionado prólogo y catorce capítulos, ilustrados con una profusión intensa de fotografías y planos de la época, que nos ayudan a comprender tanto la estructura del lugar como las condiciones de las celdas de los presos, las torres de vigilancia, los edificios aledaños a la prisión propiamente dicha en los que vivían los guardias con sus familias (P. King coloca con acierto fotografías de niños jugando en un parque, esposas subidas a un cañón y otros elementos que contrastan con la dureza de la vida de los reclusos), la rutina de la prisión, las reglas y las normas, las huelgas y las protestas, etc. En otros capítulos se nos cuenta la historia de los orígenes, la vida de los cuatro alcaides que desarrollaron su labor en la isla, los suicidios (que curiosamente, y es un dato que me ha sorprendido, fueron sólo cuatro, el fin de la prisión en 1963, la ocupación por la población india el icono turístico en el que finalmente se ha convertido.

De los capítulos, hay tres que a mi juicio son de vital importancia. Me refiero a los capítulos X (intentos de fuga), XI (internos famosos) y XIV (filmografía).

En el capítulo dedicado a los intentos de fuga, Michael P. King nos habla de los catorce intentos que se produjeron durante los 29 años de la prisión, desarrollando de manera más minuciosa que el resto, por su relevancia, el protagonizado por Coy, Cretzer, Hubbard y otros (intento de fuga número 10 en Mayo de 1946) y, por supuesto, el que intentaron Frank Morris y los hermanos Anglin en Junio de 1962 (intento de fuga número 13), que fue el que inspiró la película “Fuga de Alcatraz”. En la galería de fotografías podemos ver las falsas cabezas, fabricadas con cartón, jabón, cemento, papel higiénico y pelo real de la peluquería por los hermanos Anglin, que se utilizaron colocándolas en los catres para despistar a los guardias.

En el capítulo de internos famosos podemos encontrar la historia 53 personajes, encabezada por una fotografía del rostro de cada uno de ellos que, en algún caso, hiela la sangre en las venas. Se trata de 53 biografías, colocadas en orden alfabético, entre las que se encuentran las de los ya mencionados Frank Morris, los hermanos Anglin y Al Capone.

En cuanto a la filmografía, mencionar que de las 17 películas cuya reseña recoge el autor, yo sólo conocía tres: “El hombre de Alcatraz”, “Fuga de Alcatraz” y “La Roca”, pero prometo que poco a poco iré viendo el resto, dado el interés que despierta la forma en que P. King describe su argumento.

Un libro, en definitiva, sumamente ameno y más que recomendable, a un precio muy asequible con una altísima relación calidad-precio dada la profusión de fotografías y documentación gráfica, la cuidadísima y esmerada edición (en eso Michael P. King se está convirtiendo en un auténtico maestro), y las 413 páginas de que consta la obra. Aquí os dejo el enlace de Bubok para que lo compréis y podáis disfrutarlo como lo he disfrutado yo:


Dudo que alguno de los libros sobre el tema que el autor menciona en la bibliografía supere en calidad, rigor histórico, cantidad de información y amenidad, al que acabo de reseñas. Felicidades a Michael P. King por esta nueva obra que se convertirá por méritos propios en lo mejor que se ha escrito sobre Alcatraz.

lunes, 20 de junio de 2016

"VIENEN A POR TI", de Marta Junquera

Riiiisss, raaaasss, riiisss, raaasss…

Así comienza “Amor al trabajo”, uno de los relatos incluidos en esta antología de cuentos de Marta Junquera publicada por la editorial "CAZADOR DE RATAS". Esas palabras podrían ilustrar perfectamente la sensación que tengo mientras leo. Probablemente no sea el mejor relato, o para alguien puede que sí lo sea, pero desde luego es uno de los más impactantes.

Riiiisss, raaaasss, riiisss, raaasss…

Es tu cerebro, mientras lees a Marta. Resulta increíble. De toda la maraña de libros leídos, a lo largo de muchos años, este es el primero que me ha provocado la misma sensación que cuando leía a Poe, o a Lovecraft, con quince o dieciséis años, mientras la mayoría de mis compañeros leían a los cinco o a los Hollister. Noches en vela, bombilla de cuarenta watios, tebeos amontonados por ahí de “Vampus”, “Rufus”, “Totem”… El entorno y la edad eran diferentes, pero la sensación ha sido exactamente la misma. Creo que jamás he disfrutado tanto leyendo como en aquellas noches eternas, terroríficas, para algunos enfermizas… Hasta ahora. Porque después he seguido leyendo mucho, muchísimo, y muy bueno, pero aquello fue el comienzo, la zambullida en un universo de imaginación y disfrute solitario que se ha mantenido a lo largo de los años. Un vicio que no he conseguido mitigar, y menos con reencuentros con aquellos momentos de diversión como el que he tenido con este libro.

Riiiisss, raaaasss, riiisss, raaasss…

¿Qué me ha pasado? ¿Por qué me ha gustado tanto? No soy amigo de etiquetas, ni de géneros. Soy casi incapaz de leer un libro cuando está claramente encuadrado en un determinado género, como alguno a priori podría pensar de este, hipotéticamente un libro de cuentos de terror. ¿Por qué me ha impactado tanto? Tras reflexionar un poco, la respuesta es muy simple: Marta escribe terror, pero dándole forma de verdadera literatura. Se maneja como una experta escritora describiendo situaciones aparentemente normales que al final o en el intermedio desembocan en un impactante final. Un final a veces lógico, otras surrealista, otras impactante y vomitivo, pero nunca, jamás, ni previsible, ni falto de esa desbordante imaginación de la autora.

Riiiisss, raaaasss, riiisss, raaasss…

Me encantan las ambientaciones, ya sean de la época que sean, siempre perfectas, con personajes cambiantes que se adaptan a su papel, que asumen su destino, o gritan y vomitan aterrorizados. Me encanta el humor, sobre todo el de las metáforas.
-         “En la calle, una niña de unos cinco años había cambiado su muñeca favorita por un brazo arrancado desde el hombro, que arrastraba al caminar y dejaba un reguero de sangre en una versión macabra de las líneas que pintan las líneas en las carreteras”  (Matar para no morir).
-         “Este era un hombre alto, atlético y bien parecido, envuelto para regalo en un elegante traje a medida” (Las lágrimas de Dios).
-          “A la hija cabreada de un guardabosques, capaz de ver Bambi y abatir ciervos desde la tierna edad de cinco años, había que tomarla en serio” (Oculto en la nieve)

Riiiisss, raaaasss, riiisss, raaasss…

Hasta el único cuento dedicado al género zombi, del que declaro con humildad mi incapacidad manifiesta para cogerle el gusto, tiene formas y detalles que trascienden ese encuadre. Es increíble.

No sé con cual quedarme. Lo único que sé es que cuando acabas uno es imposible que no te abalances al siguiente. La longitud de los cuentos varía, desde las diecinueve páginas de “El cliente siempre tiene la razón”, (ganador del certamen de ciencia ficción CIFICON de A Coruña en 2015), hasta los casi microrrelatos “La bufanda” y “Amor al trabajo”, de apenas una página. Pero da igual la longitud, porque el impacto cerebral es el mismo.

Difícil olvidar algunas escenas. Difícil mantener la cordura ante la desbordante imaginación de Marta. Pero difícil, sobre todo, controlar la ansiedad ante la espera de su próximo trabajo.

Muchas gracias, Marta, por haberme proporcionado este placer que ya creía olvidado hacia la literatura de verdad, y por escribir como escribes.


domingo, 13 de octubre de 2013

"Las puertas de la noche", de Alejandro Gándara.


Es uno de esos libros que, por alguna extraña razón, nada más leer la sobrecubierta posterior, nos atrae como si de un imán se tratase a los que buscamos aprender sobre la muerte, sobre la forma de asimilarla como algo natural en nuestra forma de ser, en nuestra conciencia. Atrae a los que dudamos de manera permanente del sentido que tiene nuestro tránsito por la vida, si es que hay que buscarle alguno, que hasta de eso se duda. A los que nos gustaría conocer las razones de la pérdida de un ser querido cuando esta no debería producirse en un momento inadecuado, intempestivo, o no se produce de manera natural. A los que alguna vez hemos necesitado consuelo o hemos tenido que consolar, sin estar nunca seguros de si lo recibimos en condiciones o supimos darlo. A los que tuvimos un duelo sin estar seguros de hacerlo correctamente, con el riesgo de que en un futuro incierto nuestra inexperiencia en algo tan delicado y poco conocido, nos llegue a pasar factura.
Escuché la magnífica entrevista que le hicieron a Alejandro en el programa de “El ojo crítico” el martes pasado, y desde entonces no paré hasta que el viernes por la tarde me hice con el libro, bajo la mirada resignada de mi novia (¡ya no te queda espacio para guardar tanto libro!!). Lo he devorado a lo largo del día de hoy.
En la entrevista me atrajeron la claridad de ideas del autor, y un componente humano que parecía desentonar ligeramente con la erudición que desplegaba. Se notaba que se trataba de alguien entregado a la docencia, enamorado del mundo antiguo y sus conexiones con el contemporáneo. Hablaba del libro, de la Escuela Contemporánea de Humanidades (ECH, de la que es director), del oficio de escribir... “Querer ser escritor ya es mal comienzo”, recuerdo que dijo. “Hay que vivir, y después escribir”. Ideas frescas, sensatas, atrayentes, pronunciadas con una seguridad y una claridad dignas de tener en cuenta.
“Las puertas de la noche” no es una novela al uso, ni un ensayo, ni unas memorias o las crónicas de una experiencia vital, y al mismo tiempo pertenece a cada uno de esos géneros. Que tampoco se confunda nadie: no es un libro de autoayuda, en absoluto. Tras el recorrido emocional, las sensaciones que produjeron en Alejandro la pérdida en menos de un año de varios seres queridos (Muriel, Alfredo y Ramón, unos personajes de los que se graban en el recuerdo de quien los lee, gracias a la forma de escribir de Alejandro, de manera imborrable), la forma en que el autor indaga en la historia literaria de la Humanidad como bálsamo para las heridas en el alma, y la búsqueda incesante del consuelo, el lector tiene la sensación de que se ha acercado un poco más a la explicación del dolor, inherente a la vida del que forma parte indisoluble.
Un prólogo magnífico da paso a la narración, emotiva muchas veces, irónica otras, erudita y exorcizante de vez en cuando. Es un libro que gana mucho a medida que avanza, que no desfallece en ningún momento, que no pierde ni gota de interés ni en los momentos más eruditos de Alejandro, los que dedica a la filosofía y sus episodios más relacionados con la idea de la muerte, incluyendo el magnífico cuento de la página 111 en el que se analizan algunas de las razones de nuestro olvido del sentir, algo en lo que los antiguos griegos eran expertos.
“El consuelo no es que nuestro corazón sea un sueño de cenizas, sino que las cenizas abonan la tierra en que se plantarán jardines”, escribe Alejandro haciendo alusión a esa raíz que sale de cada uno de nosotros y que en otra primavera llegará más alto.
Un libro altamente recomendable, que no dejará indiferente a nadie.

sábado, 24 de noviembre de 2012

"La noche en que Frankenstein leyó el Quijote", de Santiago Posteguillo

Ya atrae la portada. En cuanto me lo enseñó Igor Hernández, el autor de “En las calles”, “Capital” y “Proyecto AC7”, supe que tenía que comprarlo. Me atrajo la portada, increíble, con esas letras rojas sobre la fotografía de Frankenstein leyendo a Don Quijote, pero me atrajo todavía más el párrafo que leí al abrirlo al azar. Pertenece al episodio “veintiséis días”, casualmente el que más me ha gustado del libro.
“Lo importante de una novela no es la velocidad con la que fue escrita, sin duda, sino su calidad, es decir, que nos conmueva, que nos entretenga o, si es posible, que consiga ambas cosas a la vez. Pero hay ocasiones en las que la velocidad se convierte en la clave de la redacción de una novela. Y sólo un genio es capaz de salir bien parado de semejante locura”.
Aquel párrafo me encantó, y compré el libro. Está compuesto por veinticuatro episodios, relacionados todos ellos con grandes autores de la Literatura Universal. Desde el primero, “¿Quién inventó el orden alfabético?”, hasta el último, “El libro electrónico o el pergamino del siglo XXI”, desfilan ante nuestros ojos un buen número de escritores y de personajes que más de una vez nos han hecho vibrar a los que amamos el arte de la literatura, desde Dumas hasta Anne Perry, pasando por Dickens, Dostoievsky, Perez Galdós y Angel Guimerá, cogiditos los dos de la mano, y, cómo no, el doctor Frankenstein y el mismísimo Don Quijote, que sí que se encontraron realmente en una noche de tormenta, como se desvela en uno de los episodios.
Lo que más me ha gustado de Santiago Posteguillo es su forma de narrar, que irradia su pasión por la literatura en cada línea, en cada palabra. Me resultaba imposible leer menos de tres o cuatro episodios cada noche antes de dormir, mirando el reloj y robándole un poco más al sueño. Todos los episodios mantienen la intriga y el interés hasta el final. Se trata de historias curiosas de autores muy conocidos, circunstancias en las que se escribió tal o cual obra, miserias y desvelos de grandes genios que tenían que escribir, como en el episodio referido, una novela en veintiséis días.
Posteguillo atrae como un imán el interés hacia lo que cuenta. Cualquiera de las historias podría ser llevada al cine de forma autónoma sin ningún problema, y sería un auténtico taquillazo. Se siente frío al pasear por la casa de Dostoievski, se siente la humedad que se mete en los huesos de las orillas del Támesis, y el placer de la hoguera de una chimenea en la mansión en la que se escribió “Frankenstein”. Dosifica las descripciones con la maestría del gran autor que es, mezclando sentimientos con pinceladas de ambiente en una narración que mezcla la técnica de una novela con la del documental o docudrama, como se quiera llamar. Cuesta no pensar en los campos de concentración de Siberia al leer ese episodio, uno de los más duros del libro. Cuesta no pensar en lo imbéciles que hemos sido en innumerables ocasiones los españoles, al asistir al surrealista enfrentamiento entre Galdós y Guimerá, provocado por unas instituciones a las que lo que menos les importaba era la grandeza de los dos autores. Cuesta no soltar una exclamación de sorpresa ante los orígenes de autoras tan encumbradas hoy en día como Anne Perry o J.K Rowland.
No quiero ni debo contar nada, porque cada episodio guarda una sorpresa en su interior, y resultaría absurdo desvelarla en la entrada de un blog. Es de esos libros que hay que leer, sin más, que despertará en los que se sumerjan en sus páginas la curiosidad por saber más datos de los autores consagrados de todos los tiempos. Cuando lo acabas te quedas con las ganas de saber más, de conocer aún un poco más los entresijos del Universo Literario.
Cada episodio viene precedido por un dibujo, al uso de los libros de grabados antiguos. No significa nada, pero embellece la edición. Lo digo porque creo que es uno de esos libros que se deben degustar en papel, no por nada, sino porque además se convertirá sin duda en uno de vuestros libros de cabecera. La edición es muy digna, con 230 páginas plenas de datos, historias y curiosidades que os harán pasar un rato más que agradable. A mí me costó 18 euros en el Corte Inglés, y os aseguro que, por lo mismo que cuestan un par de cañas y una ración de calamares, he pasado un tiempo infinitamente más agradable. Me parece absurdo ese debate que asegura que los libros son caros, porque todo es relativo. El libro alimenta el espíritu, y más un libro como este, pero eso es algo que para mucha gente no tiene importancia alguna. No debéis dejarlo escapar. Vienen fechas apropiadas para incitar a que alguien de la familia os lo regale.
Gracias a Santiago Posteguillo por haber escrito algo tan grande como este libro. No había leído nada suyo, pero reconozco que me ha enganchado su manera de contar. Sólo se me queda una pregunta en el tintero: ¿para cuándo la segunda parte?

sábado, 17 de noviembre de 2012

"Cuentos pacientes", de Goizeder Lamariano



Título: Cuentos pacientes
Autora: Goizeder Lamariano Martín
Editorial: Círculo Rojo
Año de publicación: 2012
Páginas: 146
ISBN: 9788490301876
Precio: 12,95 euros
 
Cuando Goizeder me habló de su libro, días antes de la presentación en la librería LE, lo primero que me atrajo, y se lo comenté, fue la portada. Una fotografía magnífica. De José Luis Ollo, en la que vemos a un hombre de espaldas, en penumbra, con una maleta, en el casco antiguo que pertenece a Pamplona, pero que nos recuerda, o a mí me sucedió al menos, el casco antiguo de cualquier ciudad. No se sabe si el hombre sale de la ciudad o llega a ella (esto lo dijo David Pérez, que junto con Marcelo Luján acompañó a Goizeder en la presentación), lo que hace la imagen aún más sugerente. Decidí que quería conocer ese libro.
Así que acudí a la presentación del libro en la librería LE, la antigua y mítica librería Crisol. Lo primero que me sorprendió de Goizeder fue su juventud. La imagen que tenía de ella venía de una fotografía de perfil que creo que no le hace nada de justicia. Después, su forma de hablar, calmada, nada nerviosa, relajada y sabiendo de lo que hablaba. Me resultó curioso que dijera que había dudado mucho de la calidad de sus cuentos antes de sacarlos a la luz. Yo ya tenía el libro, y comencé a leer. El primer cuento, “Caramelos de menta”, lo devoré allí mismo. La calidad era muy buena.
Recuerdo un detalle que me llamó la atención. Había bastantes personas en la presentación, muchos de ellos, seguramente, parientes cercanos de Goizeder. A medida que ella hablaba y contaba alguna anécdota, y sobre todo cuando leyó el primer cuento, que era precisamente el que yo había leído, muchas de esas personas asentían sonriendo con la cabeza, lo que denotaba que lo que escribe Goizeder está escrito desde el corazón, con una imaginación portentosa, pero también desde el recuerdo, desde las propias vivencias. Me agradó mucho comprobar que para aquellas personas lo que escribe Goizeder es algo más que un ejercicio de literatura: es un ejercicio de memoria vital.
El libro está estructurado en seis grandes bloques: “Cuentos de infancia”, “Cuentos pacientes”, “Cuentos eternos”, “Cuentos queridos”, “Cuentos de Alemania” y “Cuentos apasionados”. Todos los bloques están compuestos de cuatro cuentos, salvo el de “Cuentos de Alemania”, que sólo tiene uno (el más largo del libro) y el de “Cuentos eternos”, con seis. La esencia de cada bloque es única y diferente a la de los demás bloques. Va desde el realismo más sencillo y nostálgico de “Cuentos de infancia”, hasta la desatada y a veces siniestra imaginación de “Cuentos eternos”. Ningún cuento se parece al anterior. Todos son únicos, todos diferentes. Goizeder escribe como si realmente hubiera vivido la situación que describe en cada uno, aunque esta sea producto de su imaginación. Escribe además con un estilo ágil, ligero peo muy cuidado, que engancha desde la primera frase. Y consigue, con su forma de hacer, que al final de cada cuento uno suspire, orgulloso de haber leído lo que ha leído, y con unas ganas locas de sumergirse en el siguiente.
Los finales son sorprendentes, unos más cerrados que otros, pero jamás dejan indiferente a nadie. Todos los cuentos conseguían de una manera o de otra colocarme un nudo en la garganta. Cuando leí “El escondite”, en el coche, nada más salir de la presentación, recuperé como si la estuviera viviendo una situación que se había producido durante la infancia de mi hijo. Goizeder había conseguido, en ese segundo cuento, una obra maestra sacada de un suceso que, a los ojos de cualquiera, no habría significado absolutamente nada. Ella fue capaz de extraer la enorme carga de sentimientos que algo tan intrascendente puede causar en quien lo vive.
Ya no pude parar. Me fui a casa y seguí leyendo. Devoré el libro. Paladeé cada una de las historias. Acabé el bloque de “Cuentos de infancia” y abordé sin contemplaciones los “Cuentos pacientes”, los que dan nombre al libro, los que transcurren en un hospital, inspirados durante las visitas que Goizeder hizo a uno durante un periodo duro de su vida, en el que su padre estuvo enfermo. Disfruté con “El regalo”, me emocioné con “Francisco y Angelines”.
Sentí inquietud con todos los “Cuentos eternos” y esa visión, unas veces frívola, otras desasosegante y otras, incluso, humorísticas, de lo que nos espera al final. Los “Cuentos queridos” me emocionaron, sobre todo “El examen” y “Seiscientos meses”, por su enorme carga sentimental y emotiva. ¿Y qué decir de “El profesor español”, el único integrante de “Cuentos de Alemania”?  Goizeder hilvana perfectamente una historia que, con su carga de misterio, pero sobre todo de nostalgia y amistad, sería más que digna para ser llevada al cine. Resulta imposible, una vez que los has conocido, olvidar a Josefina, a Carmen, a Gunter y sobre todo a Don Ramón, el profesor de español que todos hubiéramos deseado tener en alguna ocasión.
Creo que es la primera vez que comprobaba el grosor de lo que me quedaba por leer, pero no con alegría, sino con la tristeza que me entraba ante lo poco que me quedaba por leer. Finalicé el bloque “Cuentos apasionados” con el mal sabor de boca que me había dejado “Licor de café” y la sonrisa que me había provocado “El sujetador”. No había más, aquello había acabado. Terminé con la sensación de que había leído algo importante, una colección de vivencias y ejercicios de imaginación inolvidables. Es un libro más que recomendable. Es imprescindible para todo aquel que, como es mi caso, disfruta de las distancias cortas. Es un ejercicio de literatura que dignifica el tan denostado género del cuento corto, tan injustamente tratado por editoriales y público en general. Agradezco a Goizeder el haberlo escrito y a la Editorial Círculo Rojo haberlo publicado.
Os pongo el enlace al Blog de Goizeder para que conozcáis más detalles del libro:
En la presentación, Goizeder dejó caer que está trabajando en un nuevo proyecto. Lo espero con impaciencia.  
 

domingo, 3 de junio de 2012

"Josué el errante", de Mercedes Pinto Maldonado

Acabo de terminar uno de esos libros que marcan el carácter. La historia de Josué, hijo de Aarón y Sara, una familia judía que se establece en Londres antes de las dos Guerras Mundiales, es de esas que dejan huella en todo aquel que la lee.
El libro comienza con uno de los párrafos que te empujan precisamente a leerlo, a adentrarte en ese personaje que no tiene nada que legar, ni propiedades ni dinero, y con miedo a que se olvide su existencia porque no ha dejado huella en nadie. Por eso escribe, para intentar, y eso nos dice, que no cometamos los mismos errores que cometió él. Está cansado, porque lleva vagando toda su vida por el mundo, y ese vagar es el que conforma la narración, lo que hace de “Josué el errante” uno de los mejores libros que he leído.
Perdidamente enamorado de Abigail, Josué emprende su aventura vital antes de que los nazis conviertan Alemania en el infierno. Saliendo desde Essen, viaja en barco hasta África Oriental, para adentrarse en el mundo de los diamantes. La autora demuestra ya sus amplios conocimientos en la materia, definiendo a la perfección elementos y herramientas de las utilizadas en ese mundo, en el que los judíos son probablemente los maestros indiscutibles desde tiempo inmemorial. En el barco conoce al padre Marcus, y mantiene con él una de esas conversaciones que se te quedan grabadas a fuego en la memoria, porque “Josué el errante” es un libro de aventuras, pero también guarda en su interior todo un canto a la alegría de vivir, al esfuerzo y a la tolerancia. Que un católico y un judío mantengan la conversación que se desarrolla en ese barco, y se guarden en todo momento el respeto que se guardan, es algo digno de admiración. Como muy bien dicen los personajes, las cosas irían de otra manera si en lugar de buscar los que las separa, las tres religiones principales hicieran hincapié en todo lo que es común a ella, lo que las une, que es mucho más que lo que las separa.
Una vez en Africa, Josué comienza su peripecia vital extrayendo a mano diamantes del río Orange, en compañía de Carlos, un español que conoce en el barco, y de Kuaima, un gigante de color con una filosofía muy especial, que hace que todo aquel que le conozca se quede fascinado con ella. Resultan inolvidables las escapadas que hace Kuaima de vez en cuando al desierto, en plena noche, para tocar los tamboresy reunirse con su familia. Mercedes consigue con su buena forma de contar que esos tres personajes en apariencia tan dispares conformen una relación de amistad y respeto digna de admiración.
De Africa, Josué pasará a España, en compañía de Carlos, y después a Essen, en Alemania. Durante su estancia en Africa se desarrollan en Europa los tristes acontecimientos provocados por la locura de Hitler. Me extrañó mientras leía que apenas se mencionaran, salvo muy de pasada, los horrores de aquel momento. Josué apenas mantiene correspondencia con su familia, por lo que no le llega nada de lo que está ocurriendo. Es al final de la novela, con una estructura que me parece un acierto por parte de la autora, cuando a través de lo que le cuentan y lo que descubre por su cuenta, conocemos las peripecias por las que pasó su familia, con menciones especiales al campo de Ravensbruck, un lugar ocupado por mujeres.
Una lectura muy recomendable, que en ningún momento deja de entusiasmar, y que os invito a conocer en el siguiente enlace:
http://www.amazon.es/Josu%C3%A9-el-errante-ebook/dp/B007BMB5ZY/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1338721448&sr=8-1

sábado, 24 de marzo de 2012

"Peso cero", de Antonia Romero

Ya he aprendido, como dije en otra entrada, a no fiarme de las apariencias, y aparentemente, “Peso cero” parecía un libro más sobre los estragos que la anorexia causa en muchos jóvenes obsesionados por conseguir tallas imposibles, por adelgazar hasta extremos insostenibles para que un cuerpo humano desarrolle sus funciones vitales con normalidad. Y “Peso cero” es eso, por supuesto, pero es también mucho más.
Me encanta la manera en que Antonia hilvana una historia que no dejará a nadie indiferente. Alicia, la joven atacada por esa horrible enfermedad, es la protagonista, pero no adquiere el protagonismo hasta bien avanzada la trama. Conocemos primero a sus padres, a Mario y a Andrea, que están atravesando una crisis matrimonial importante. Ya en los primeros capítulos se percibe la calidad humana que sabe imprimir Antonia Romero a sus personajes, una profundidad que difícilmente se puede conseguir, a menos que el autor se preocupe por ello. La cena de Andrea, que se dedica a la decoración, con su cliente, se sustenta en un diálogo muy interesante, así como las apariciones de Mario, que se dedica a la cocina. Alicia aparece en estos primeros compases dibujada con ribetes, asistente a las evoluciones de sus padres y a las tonterías de la hermana de Mario, una mujer superficial y vana que provoca siempre la ira de su hermano.
“Ahora pretendía vender su parte para comprarse un coche de lujo, algo con lo que aparentar, algo con lo que supliese su poca importancia”
Poco a poco nos va introduciendo Antonia en el infierno de Alicia. Me extrañó el profundo conocimiento que tiene la autora de una enfermedad tan terrible como esa. En la novela aparecen prácticamente todos los trucos que utilizan las anoréxicas, en su obsesión ante la comida, para aparentar lo que no es. No se trata ya de vomitar a escondidas o de asistir a horrendos foros en los que las anoréxicas manifiestan su deseo de alcanzar el peso cero o morir, literalmente, en el intento. No es eso sólo. Lo meritorio, lo verdaderamente interesante de esta parte del libro, es la profundidad psicológica de la que dota Antonia tanto a Mario como a su hija Alicia, que se siente rechazada por todo el mundo.
“El espejo sigue hablándome en otro idioma diferente al que hablan la mayoría de los que me rodean y debo enfrentarme a él, no sin temor, como si un demonio lo habitara”
“Y es que catorce años son muy pocos para digerir decepciones”
Ya desde el principio entrevemos en qué consiste el mundo de Alicia, sus intereses, sus lecturas. Descubrimos la causa de su mal, de miles de jóvenes como ella.
“Se tumbó en la cama a leer una revista de esas “superactuales” donde te explican cómo vestir, como actuar, cómo ligar y hasta cómo comer para ser una chica de tu siglo. Mujeres clónicas en imágenes a todo color sobre papel cuché. Chicas jovencísimas con tallas increíbles, el culto a la fragilidad y al ascetismo revuelto con el culto a la belleza”.
Cuando sobreviene la tragedia, la muerte de Andrea en accidente, su mal se agudiza.
“Siempre hay personas intentando dar consuelo con palabras a aquellos que han perdido la capacidad de escuchar. Intento muy loable, pero totalmente inútil. Personas que creen que la pena ha de pasar rápidamente, que no es correcto mostrar el dolor en público ya que toda aquella gente que ha asistido a la ceremonia se siente incómoda ante dolor tan manifiesto”
Mario, apesadumbrado por la culpa y el remordimiento, tarda en descubrir la verdad, pero cuando lo hace, cuando ve a su hija atiborrándose de comida frente a la nevera abierta, con todo el suelo lleno de alimentos mordisqueados, el mundo se le viene encima.
Podría decirse que el libro entra entonces en otra fase completamente diferente. Desde el mismo momento de la entrada de Alicia del monasterio de monjas en el que está su tía Isabel, como medida de choque para intentar resolver su problema, empieza a coger relevancia otro personaje perfectamente construido, Sor Lucía, una novicia joven, de gran complejidad interior y con una historia  a sus espaldas que a medida que vayamos descubriendo la hará a nuestros ojos cada vez más y más interesante. Sus encuentros con Mario, sus diálogos, alcanzan una profundidad que he visto en muy pocos encuentros de ese tipo, incluso de autores consagrados. Escuchemos a sor Lucía en una de sus intervenciones ante Mario que más me han cautivado:
“¿Sabe una cosa? A veces, cuando leo no entiendo nada. Las letras pasan ante mis ojos y las páginas desfilan ante mí con un lenguaje incomprensible. Leo lo que hay escrito, reconozco las palabras, pero no comprendo su significado. No me queda más remedio que cerrar el libro y pensar en el motivo, intentando romper la barrera que no me deja comprender. Normalmente descubro que es fruto de mi soberbia, de mi convencimiento de estar preparada para entenderlo. A veces, con las personas que tenemos más cerca nos pasa lo mismo”
La historia transcurre cada vez más emotiva, cada vez con mayor interés. Asistimos a la aparente recuperación de Alicia al tiempo que vamos conociendo cada vez un poco más a sor Lucía, una mujer que tiene mucho que enseñarnos.
Cuando el libro termina, nos quedamos con ganas de más. A pesar de ser largo, se nos hace corto por la profundidad que muestra, por esa sensación que provocan algunos pocos libros de estar leyendo para disfrutar al tiempo que se alimenta el espíritu. Antonia Romero consigue con su forma de escribir mantener el placer por la lectura. “Peso cero” es una historia grande, muy grande, digna de leerse y de aprenderse, llena de matices, de frases tan poderosas y emotivas como las que he elegido para la entrada, de personajes con una hondura psicológica fuera de lo común.
Se está hablando en estos días en varios foros de la ventaja o no de publicar en amazon, de la elección de muchos autores de dejar sus obras gratis en diversas plataformas, de si en amazon publica todo el mundo, y por lo tanto se da entrada a mucha basura. Una discusión estúpida, bajo mi punto de vista, porque amazon no es más que una plataforma más para poder descubrir talentos valiosos, y cuando una plataforma, sea cual sea, te permite conocer a una autora tan profunda e interesante como Antonia Romero, y sacar a la luz joyas tan perfectamente talladas como “Peso cero”, bienvenida sea, ahora y siempre.