sábado, 24 de noviembre de 2012

"La noche en que Frankenstein leyó el Quijote", de Santiago Posteguillo

Ya atrae la portada. En cuanto me lo enseñó Igor Hernández, el autor de “En las calles”, “Capital” y “Proyecto AC7”, supe que tenía que comprarlo. Me atrajo la portada, increíble, con esas letras rojas sobre la fotografía de Frankenstein leyendo a Don Quijote, pero me atrajo todavía más el párrafo que leí al abrirlo al azar. Pertenece al episodio “veintiséis días”, casualmente el que más me ha gustado del libro.
“Lo importante de una novela no es la velocidad con la que fue escrita, sin duda, sino su calidad, es decir, que nos conmueva, que nos entretenga o, si es posible, que consiga ambas cosas a la vez. Pero hay ocasiones en las que la velocidad se convierte en la clave de la redacción de una novela. Y sólo un genio es capaz de salir bien parado de semejante locura”.
Aquel párrafo me encantó, y compré el libro. Está compuesto por veinticuatro episodios, relacionados todos ellos con grandes autores de la Literatura Universal. Desde el primero, “¿Quién inventó el orden alfabético?”, hasta el último, “El libro electrónico o el pergamino del siglo XXI”, desfilan ante nuestros ojos un buen número de escritores y de personajes que más de una vez nos han hecho vibrar a los que amamos el arte de la literatura, desde Dumas hasta Anne Perry, pasando por Dickens, Dostoievsky, Perez Galdós y Angel Guimerá, cogiditos los dos de la mano, y, cómo no, el doctor Frankenstein y el mismísimo Don Quijote, que sí que se encontraron realmente en una noche de tormenta, como se desvela en uno de los episodios.
Lo que más me ha gustado de Santiago Posteguillo es su forma de narrar, que irradia su pasión por la literatura en cada línea, en cada palabra. Me resultaba imposible leer menos de tres o cuatro episodios cada noche antes de dormir, mirando el reloj y robándole un poco más al sueño. Todos los episodios mantienen la intriga y el interés hasta el final. Se trata de historias curiosas de autores muy conocidos, circunstancias en las que se escribió tal o cual obra, miserias y desvelos de grandes genios que tenían que escribir, como en el episodio referido, una novela en veintiséis días.
Posteguillo atrae como un imán el interés hacia lo que cuenta. Cualquiera de las historias podría ser llevada al cine de forma autónoma sin ningún problema, y sería un auténtico taquillazo. Se siente frío al pasear por la casa de Dostoievski, se siente la humedad que se mete en los huesos de las orillas del Támesis, y el placer de la hoguera de una chimenea en la mansión en la que se escribió “Frankenstein”. Dosifica las descripciones con la maestría del gran autor que es, mezclando sentimientos con pinceladas de ambiente en una narración que mezcla la técnica de una novela con la del documental o docudrama, como se quiera llamar. Cuesta no pensar en los campos de concentración de Siberia al leer ese episodio, uno de los más duros del libro. Cuesta no pensar en lo imbéciles que hemos sido en innumerables ocasiones los españoles, al asistir al surrealista enfrentamiento entre Galdós y Guimerá, provocado por unas instituciones a las que lo que menos les importaba era la grandeza de los dos autores. Cuesta no soltar una exclamación de sorpresa ante los orígenes de autoras tan encumbradas hoy en día como Anne Perry o J.K Rowland.
No quiero ni debo contar nada, porque cada episodio guarda una sorpresa en su interior, y resultaría absurdo desvelarla en la entrada de un blog. Es de esos libros que hay que leer, sin más, que despertará en los que se sumerjan en sus páginas la curiosidad por saber más datos de los autores consagrados de todos los tiempos. Cuando lo acabas te quedas con las ganas de saber más, de conocer aún un poco más los entresijos del Universo Literario.
Cada episodio viene precedido por un dibujo, al uso de los libros de grabados antiguos. No significa nada, pero embellece la edición. Lo digo porque creo que es uno de esos libros que se deben degustar en papel, no por nada, sino porque además se convertirá sin duda en uno de vuestros libros de cabecera. La edición es muy digna, con 230 páginas plenas de datos, historias y curiosidades que os harán pasar un rato más que agradable. A mí me costó 18 euros en el Corte Inglés, y os aseguro que, por lo mismo que cuestan un par de cañas y una ración de calamares, he pasado un tiempo infinitamente más agradable. Me parece absurdo ese debate que asegura que los libros son caros, porque todo es relativo. El libro alimenta el espíritu, y más un libro como este, pero eso es algo que para mucha gente no tiene importancia alguna. No debéis dejarlo escapar. Vienen fechas apropiadas para incitar a que alguien de la familia os lo regale.
Gracias a Santiago Posteguillo por haber escrito algo tan grande como este libro. No había leído nada suyo, pero reconozco que me ha enganchado su manera de contar. Sólo se me queda una pregunta en el tintero: ¿para cuándo la segunda parte?

1 comentario:

Mayte Esteban dijo...

Tienes una manera de mirar los libros muy particular, Félix. Y, además, muchas veces descubro que a mí misma, los que eliges, se me habrían pasado por alto.

Llevas razón en lo que dices del precio de los libros: mirándolos de manera relativa no son tan caros, pero depende un poco de las prioridades que uno tenga en la vida.

Un beso