sábado, 24 de noviembre de 2012

"La noche en que Frankenstein leyó el Quijote", de Santiago Posteguillo

Ya atrae la portada. En cuanto me lo enseñó Igor Hernández, el autor de “En las calles”, “Capital” y “Proyecto AC7”, supe que tenía que comprarlo. Me atrajo la portada, increíble, con esas letras rojas sobre la fotografía de Frankenstein leyendo a Don Quijote, pero me atrajo todavía más el párrafo que leí al abrirlo al azar. Pertenece al episodio “veintiséis días”, casualmente el que más me ha gustado del libro.
“Lo importante de una novela no es la velocidad con la que fue escrita, sin duda, sino su calidad, es decir, que nos conmueva, que nos entretenga o, si es posible, que consiga ambas cosas a la vez. Pero hay ocasiones en las que la velocidad se convierte en la clave de la redacción de una novela. Y sólo un genio es capaz de salir bien parado de semejante locura”.
Aquel párrafo me encantó, y compré el libro. Está compuesto por veinticuatro episodios, relacionados todos ellos con grandes autores de la Literatura Universal. Desde el primero, “¿Quién inventó el orden alfabético?”, hasta el último, “El libro electrónico o el pergamino del siglo XXI”, desfilan ante nuestros ojos un buen número de escritores y de personajes que más de una vez nos han hecho vibrar a los que amamos el arte de la literatura, desde Dumas hasta Anne Perry, pasando por Dickens, Dostoievsky, Perez Galdós y Angel Guimerá, cogiditos los dos de la mano, y, cómo no, el doctor Frankenstein y el mismísimo Don Quijote, que sí que se encontraron realmente en una noche de tormenta, como se desvela en uno de los episodios.
Lo que más me ha gustado de Santiago Posteguillo es su forma de narrar, que irradia su pasión por la literatura en cada línea, en cada palabra. Me resultaba imposible leer menos de tres o cuatro episodios cada noche antes de dormir, mirando el reloj y robándole un poco más al sueño. Todos los episodios mantienen la intriga y el interés hasta el final. Se trata de historias curiosas de autores muy conocidos, circunstancias en las que se escribió tal o cual obra, miserias y desvelos de grandes genios que tenían que escribir, como en el episodio referido, una novela en veintiséis días.
Posteguillo atrae como un imán el interés hacia lo que cuenta. Cualquiera de las historias podría ser llevada al cine de forma autónoma sin ningún problema, y sería un auténtico taquillazo. Se siente frío al pasear por la casa de Dostoievski, se siente la humedad que se mete en los huesos de las orillas del Támesis, y el placer de la hoguera de una chimenea en la mansión en la que se escribió “Frankenstein”. Dosifica las descripciones con la maestría del gran autor que es, mezclando sentimientos con pinceladas de ambiente en una narración que mezcla la técnica de una novela con la del documental o docudrama, como se quiera llamar. Cuesta no pensar en los campos de concentración de Siberia al leer ese episodio, uno de los más duros del libro. Cuesta no pensar en lo imbéciles que hemos sido en innumerables ocasiones los españoles, al asistir al surrealista enfrentamiento entre Galdós y Guimerá, provocado por unas instituciones a las que lo que menos les importaba era la grandeza de los dos autores. Cuesta no soltar una exclamación de sorpresa ante los orígenes de autoras tan encumbradas hoy en día como Anne Perry o J.K Rowland.
No quiero ni debo contar nada, porque cada episodio guarda una sorpresa en su interior, y resultaría absurdo desvelarla en la entrada de un blog. Es de esos libros que hay que leer, sin más, que despertará en los que se sumerjan en sus páginas la curiosidad por saber más datos de los autores consagrados de todos los tiempos. Cuando lo acabas te quedas con las ganas de saber más, de conocer aún un poco más los entresijos del Universo Literario.
Cada episodio viene precedido por un dibujo, al uso de los libros de grabados antiguos. No significa nada, pero embellece la edición. Lo digo porque creo que es uno de esos libros que se deben degustar en papel, no por nada, sino porque además se convertirá sin duda en uno de vuestros libros de cabecera. La edición es muy digna, con 230 páginas plenas de datos, historias y curiosidades que os harán pasar un rato más que agradable. A mí me costó 18 euros en el Corte Inglés, y os aseguro que, por lo mismo que cuestan un par de cañas y una ración de calamares, he pasado un tiempo infinitamente más agradable. Me parece absurdo ese debate que asegura que los libros son caros, porque todo es relativo. El libro alimenta el espíritu, y más un libro como este, pero eso es algo que para mucha gente no tiene importancia alguna. No debéis dejarlo escapar. Vienen fechas apropiadas para incitar a que alguien de la familia os lo regale.
Gracias a Santiago Posteguillo por haber escrito algo tan grande como este libro. No había leído nada suyo, pero reconozco que me ha enganchado su manera de contar. Sólo se me queda una pregunta en el tintero: ¿para cuándo la segunda parte?

sábado, 17 de noviembre de 2012

"Cuentos pacientes", de Goizeder Lamariano



Título: Cuentos pacientes
Autora: Goizeder Lamariano Martín
Editorial: Círculo Rojo
Año de publicación: 2012
Páginas: 146
ISBN: 9788490301876
Precio: 12,95 euros
 
Cuando Goizeder me habló de su libro, días antes de la presentación en la librería LE, lo primero que me atrajo, y se lo comenté, fue la portada. Una fotografía magnífica. De José Luis Ollo, en la que vemos a un hombre de espaldas, en penumbra, con una maleta, en el casco antiguo que pertenece a Pamplona, pero que nos recuerda, o a mí me sucedió al menos, el casco antiguo de cualquier ciudad. No se sabe si el hombre sale de la ciudad o llega a ella (esto lo dijo David Pérez, que junto con Marcelo Luján acompañó a Goizeder en la presentación), lo que hace la imagen aún más sugerente. Decidí que quería conocer ese libro.
Así que acudí a la presentación del libro en la librería LE, la antigua y mítica librería Crisol. Lo primero que me sorprendió de Goizeder fue su juventud. La imagen que tenía de ella venía de una fotografía de perfil que creo que no le hace nada de justicia. Después, su forma de hablar, calmada, nada nerviosa, relajada y sabiendo de lo que hablaba. Me resultó curioso que dijera que había dudado mucho de la calidad de sus cuentos antes de sacarlos a la luz. Yo ya tenía el libro, y comencé a leer. El primer cuento, “Caramelos de menta”, lo devoré allí mismo. La calidad era muy buena.
Recuerdo un detalle que me llamó la atención. Había bastantes personas en la presentación, muchos de ellos, seguramente, parientes cercanos de Goizeder. A medida que ella hablaba y contaba alguna anécdota, y sobre todo cuando leyó el primer cuento, que era precisamente el que yo había leído, muchas de esas personas asentían sonriendo con la cabeza, lo que denotaba que lo que escribe Goizeder está escrito desde el corazón, con una imaginación portentosa, pero también desde el recuerdo, desde las propias vivencias. Me agradó mucho comprobar que para aquellas personas lo que escribe Goizeder es algo más que un ejercicio de literatura: es un ejercicio de memoria vital.
El libro está estructurado en seis grandes bloques: “Cuentos de infancia”, “Cuentos pacientes”, “Cuentos eternos”, “Cuentos queridos”, “Cuentos de Alemania” y “Cuentos apasionados”. Todos los bloques están compuestos de cuatro cuentos, salvo el de “Cuentos de Alemania”, que sólo tiene uno (el más largo del libro) y el de “Cuentos eternos”, con seis. La esencia de cada bloque es única y diferente a la de los demás bloques. Va desde el realismo más sencillo y nostálgico de “Cuentos de infancia”, hasta la desatada y a veces siniestra imaginación de “Cuentos eternos”. Ningún cuento se parece al anterior. Todos son únicos, todos diferentes. Goizeder escribe como si realmente hubiera vivido la situación que describe en cada uno, aunque esta sea producto de su imaginación. Escribe además con un estilo ágil, ligero peo muy cuidado, que engancha desde la primera frase. Y consigue, con su forma de hacer, que al final de cada cuento uno suspire, orgulloso de haber leído lo que ha leído, y con unas ganas locas de sumergirse en el siguiente.
Los finales son sorprendentes, unos más cerrados que otros, pero jamás dejan indiferente a nadie. Todos los cuentos conseguían de una manera o de otra colocarme un nudo en la garganta. Cuando leí “El escondite”, en el coche, nada más salir de la presentación, recuperé como si la estuviera viviendo una situación que se había producido durante la infancia de mi hijo. Goizeder había conseguido, en ese segundo cuento, una obra maestra sacada de un suceso que, a los ojos de cualquiera, no habría significado absolutamente nada. Ella fue capaz de extraer la enorme carga de sentimientos que algo tan intrascendente puede causar en quien lo vive.
Ya no pude parar. Me fui a casa y seguí leyendo. Devoré el libro. Paladeé cada una de las historias. Acabé el bloque de “Cuentos de infancia” y abordé sin contemplaciones los “Cuentos pacientes”, los que dan nombre al libro, los que transcurren en un hospital, inspirados durante las visitas que Goizeder hizo a uno durante un periodo duro de su vida, en el que su padre estuvo enfermo. Disfruté con “El regalo”, me emocioné con “Francisco y Angelines”.
Sentí inquietud con todos los “Cuentos eternos” y esa visión, unas veces frívola, otras desasosegante y otras, incluso, humorísticas, de lo que nos espera al final. Los “Cuentos queridos” me emocionaron, sobre todo “El examen” y “Seiscientos meses”, por su enorme carga sentimental y emotiva. ¿Y qué decir de “El profesor español”, el único integrante de “Cuentos de Alemania”?  Goizeder hilvana perfectamente una historia que, con su carga de misterio, pero sobre todo de nostalgia y amistad, sería más que digna para ser llevada al cine. Resulta imposible, una vez que los has conocido, olvidar a Josefina, a Carmen, a Gunter y sobre todo a Don Ramón, el profesor de español que todos hubiéramos deseado tener en alguna ocasión.
Creo que es la primera vez que comprobaba el grosor de lo que me quedaba por leer, pero no con alegría, sino con la tristeza que me entraba ante lo poco que me quedaba por leer. Finalicé el bloque “Cuentos apasionados” con el mal sabor de boca que me había dejado “Licor de café” y la sonrisa que me había provocado “El sujetador”. No había más, aquello había acabado. Terminé con la sensación de que había leído algo importante, una colección de vivencias y ejercicios de imaginación inolvidables. Es un libro más que recomendable. Es imprescindible para todo aquel que, como es mi caso, disfruta de las distancias cortas. Es un ejercicio de literatura que dignifica el tan denostado género del cuento corto, tan injustamente tratado por editoriales y público en general. Agradezco a Goizeder el haberlo escrito y a la Editorial Círculo Rojo haberlo publicado.
Os pongo el enlace al Blog de Goizeder para que conozcáis más detalles del libro:
En la presentación, Goizeder dejó caer que está trabajando en un nuevo proyecto. Lo espero con impaciencia.  
 

domingo, 3 de junio de 2012

"Josué el errante", de Mercedes Pinto Maldonado

Acabo de terminar uno de esos libros que marcan el carácter. La historia de Josué, hijo de Aarón y Sara, una familia judía que se establece en Londres antes de las dos Guerras Mundiales, es de esas que dejan huella en todo aquel que la lee.
El libro comienza con uno de los párrafos que te empujan precisamente a leerlo, a adentrarte en ese personaje que no tiene nada que legar, ni propiedades ni dinero, y con miedo a que se olvide su existencia porque no ha dejado huella en nadie. Por eso escribe, para intentar, y eso nos dice, que no cometamos los mismos errores que cometió él. Está cansado, porque lleva vagando toda su vida por el mundo, y ese vagar es el que conforma la narración, lo que hace de “Josué el errante” uno de los mejores libros que he leído.
Perdidamente enamorado de Abigail, Josué emprende su aventura vital antes de que los nazis conviertan Alemania en el infierno. Saliendo desde Essen, viaja en barco hasta África Oriental, para adentrarse en el mundo de los diamantes. La autora demuestra ya sus amplios conocimientos en la materia, definiendo a la perfección elementos y herramientas de las utilizadas en ese mundo, en el que los judíos son probablemente los maestros indiscutibles desde tiempo inmemorial. En el barco conoce al padre Marcus, y mantiene con él una de esas conversaciones que se te quedan grabadas a fuego en la memoria, porque “Josué el errante” es un libro de aventuras, pero también guarda en su interior todo un canto a la alegría de vivir, al esfuerzo y a la tolerancia. Que un católico y un judío mantengan la conversación que se desarrolla en ese barco, y se guarden en todo momento el respeto que se guardan, es algo digno de admiración. Como muy bien dicen los personajes, las cosas irían de otra manera si en lugar de buscar los que las separa, las tres religiones principales hicieran hincapié en todo lo que es común a ella, lo que las une, que es mucho más que lo que las separa.
Una vez en Africa, Josué comienza su peripecia vital extrayendo a mano diamantes del río Orange, en compañía de Carlos, un español que conoce en el barco, y de Kuaima, un gigante de color con una filosofía muy especial, que hace que todo aquel que le conozca se quede fascinado con ella. Resultan inolvidables las escapadas que hace Kuaima de vez en cuando al desierto, en plena noche, para tocar los tamboresy reunirse con su familia. Mercedes consigue con su buena forma de contar que esos tres personajes en apariencia tan dispares conformen una relación de amistad y respeto digna de admiración.
De Africa, Josué pasará a España, en compañía de Carlos, y después a Essen, en Alemania. Durante su estancia en Africa se desarrollan en Europa los tristes acontecimientos provocados por la locura de Hitler. Me extrañó mientras leía que apenas se mencionaran, salvo muy de pasada, los horrores de aquel momento. Josué apenas mantiene correspondencia con su familia, por lo que no le llega nada de lo que está ocurriendo. Es al final de la novela, con una estructura que me parece un acierto por parte de la autora, cuando a través de lo que le cuentan y lo que descubre por su cuenta, conocemos las peripecias por las que pasó su familia, con menciones especiales al campo de Ravensbruck, un lugar ocupado por mujeres.
Una lectura muy recomendable, que en ningún momento deja de entusiasmar, y que os invito a conocer en el siguiente enlace:
http://www.amazon.es/Josu%C3%A9-el-errante-ebook/dp/B007BMB5ZY/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1338721448&sr=8-1

sábado, 24 de marzo de 2012

"Peso cero", de Antonia Romero

Ya he aprendido, como dije en otra entrada, a no fiarme de las apariencias, y aparentemente, “Peso cero” parecía un libro más sobre los estragos que la anorexia causa en muchos jóvenes obsesionados por conseguir tallas imposibles, por adelgazar hasta extremos insostenibles para que un cuerpo humano desarrolle sus funciones vitales con normalidad. Y “Peso cero” es eso, por supuesto, pero es también mucho más.
Me encanta la manera en que Antonia hilvana una historia que no dejará a nadie indiferente. Alicia, la joven atacada por esa horrible enfermedad, es la protagonista, pero no adquiere el protagonismo hasta bien avanzada la trama. Conocemos primero a sus padres, a Mario y a Andrea, que están atravesando una crisis matrimonial importante. Ya en los primeros capítulos se percibe la calidad humana que sabe imprimir Antonia Romero a sus personajes, una profundidad que difícilmente se puede conseguir, a menos que el autor se preocupe por ello. La cena de Andrea, que se dedica a la decoración, con su cliente, se sustenta en un diálogo muy interesante, así como las apariciones de Mario, que se dedica a la cocina. Alicia aparece en estos primeros compases dibujada con ribetes, asistente a las evoluciones de sus padres y a las tonterías de la hermana de Mario, una mujer superficial y vana que provoca siempre la ira de su hermano.
“Ahora pretendía vender su parte para comprarse un coche de lujo, algo con lo que aparentar, algo con lo que supliese su poca importancia”
Poco a poco nos va introduciendo Antonia en el infierno de Alicia. Me extrañó el profundo conocimiento que tiene la autora de una enfermedad tan terrible como esa. En la novela aparecen prácticamente todos los trucos que utilizan las anoréxicas, en su obsesión ante la comida, para aparentar lo que no es. No se trata ya de vomitar a escondidas o de asistir a horrendos foros en los que las anoréxicas manifiestan su deseo de alcanzar el peso cero o morir, literalmente, en el intento. No es eso sólo. Lo meritorio, lo verdaderamente interesante de esta parte del libro, es la profundidad psicológica de la que dota Antonia tanto a Mario como a su hija Alicia, que se siente rechazada por todo el mundo.
“El espejo sigue hablándome en otro idioma diferente al que hablan la mayoría de los que me rodean y debo enfrentarme a él, no sin temor, como si un demonio lo habitara”
“Y es que catorce años son muy pocos para digerir decepciones”
Ya desde el principio entrevemos en qué consiste el mundo de Alicia, sus intereses, sus lecturas. Descubrimos la causa de su mal, de miles de jóvenes como ella.
“Se tumbó en la cama a leer una revista de esas “superactuales” donde te explican cómo vestir, como actuar, cómo ligar y hasta cómo comer para ser una chica de tu siglo. Mujeres clónicas en imágenes a todo color sobre papel cuché. Chicas jovencísimas con tallas increíbles, el culto a la fragilidad y al ascetismo revuelto con el culto a la belleza”.
Cuando sobreviene la tragedia, la muerte de Andrea en accidente, su mal se agudiza.
“Siempre hay personas intentando dar consuelo con palabras a aquellos que han perdido la capacidad de escuchar. Intento muy loable, pero totalmente inútil. Personas que creen que la pena ha de pasar rápidamente, que no es correcto mostrar el dolor en público ya que toda aquella gente que ha asistido a la ceremonia se siente incómoda ante dolor tan manifiesto”
Mario, apesadumbrado por la culpa y el remordimiento, tarda en descubrir la verdad, pero cuando lo hace, cuando ve a su hija atiborrándose de comida frente a la nevera abierta, con todo el suelo lleno de alimentos mordisqueados, el mundo se le viene encima.
Podría decirse que el libro entra entonces en otra fase completamente diferente. Desde el mismo momento de la entrada de Alicia del monasterio de monjas en el que está su tía Isabel, como medida de choque para intentar resolver su problema, empieza a coger relevancia otro personaje perfectamente construido, Sor Lucía, una novicia joven, de gran complejidad interior y con una historia  a sus espaldas que a medida que vayamos descubriendo la hará a nuestros ojos cada vez más y más interesante. Sus encuentros con Mario, sus diálogos, alcanzan una profundidad que he visto en muy pocos encuentros de ese tipo, incluso de autores consagrados. Escuchemos a sor Lucía en una de sus intervenciones ante Mario que más me han cautivado:
“¿Sabe una cosa? A veces, cuando leo no entiendo nada. Las letras pasan ante mis ojos y las páginas desfilan ante mí con un lenguaje incomprensible. Leo lo que hay escrito, reconozco las palabras, pero no comprendo su significado. No me queda más remedio que cerrar el libro y pensar en el motivo, intentando romper la barrera que no me deja comprender. Normalmente descubro que es fruto de mi soberbia, de mi convencimiento de estar preparada para entenderlo. A veces, con las personas que tenemos más cerca nos pasa lo mismo”
La historia transcurre cada vez más emotiva, cada vez con mayor interés. Asistimos a la aparente recuperación de Alicia al tiempo que vamos conociendo cada vez un poco más a sor Lucía, una mujer que tiene mucho que enseñarnos.
Cuando el libro termina, nos quedamos con ganas de más. A pesar de ser largo, se nos hace corto por la profundidad que muestra, por esa sensación que provocan algunos pocos libros de estar leyendo para disfrutar al tiempo que se alimenta el espíritu. Antonia Romero consigue con su forma de escribir mantener el placer por la lectura. “Peso cero” es una historia grande, muy grande, digna de leerse y de aprenderse, llena de matices, de frases tan poderosas y emotivas como las que he elegido para la entrada, de personajes con una hondura psicológica fuera de lo común.
Se está hablando en estos días en varios foros de la ventaja o no de publicar en amazon, de la elección de muchos autores de dejar sus obras gratis en diversas plataformas, de si en amazon publica todo el mundo, y por lo tanto se da entrada a mucha basura. Una discusión estúpida, bajo mi punto de vista, porque amazon no es más que una plataforma más para poder descubrir talentos valiosos, y cuando una plataforma, sea cual sea, te permite conocer a una autora tan profunda e interesante como Antonia Romero, y sacar a la luz joyas tan perfectamente talladas como “Peso cero”, bienvenida sea, ahora y siempre.

miércoles, 14 de marzo de 2012

"Dimitri Galunov", de Blanca Miosi

Me enfrenté con este libro casi con la seguridad de que no me iba a defraudar. He leído otras obras de Blanca, y más o menos le tengo “cogido el tranquillo”. Me encanta su estilo de escritura, los temas que suele acometer, su experiencia en la literatura y en la vida. Por méritos propios se ha convertido en una de mis autoras preferidas. Todo eso me decía a mí mismo mientras me enfrentaba con Dimitri, ese muchacho que incendió la casa en la que vivía su familia.

Con ese extraño suceso arranca la trama de una novela que me atrapó desde el mismo comienzo. Me resultó sorprendente la ambientación que consigue Blanca en su relato, que mi imaginación colocó en algún lugar de EEUU en la década de los cincuenta o sesenta. A cada momento me parecía estar contemplando un cuadro de Edward Hopper, o leyendo algún relato de ciencia ficción de Ray Bardbury, al que tanto le gustaba recrear extraños sucesos en la América profunda. “Dimitri Galunov” puede encuadrarse perfectamente en el género de ciencia ficción, pero sin naves estruendosas ni monstruos intergalácticos. Podría decirse ciencia ficción clásica, que también cultiva de vez en cuando Stephen King, sobre todo en sus mejores tiempos.

Me resulta imposible comentar la novela, el asunto que trata, sin desvelar la trama. Sólo puedo decir que los personajes están perfectamente trazados, sobre todo el protagonista, que posee una inteligencia fuera de lo normal y por ello precisamente sufre en muchas ocasiones, como cuando desenmascara a otros niños como él, supuestamente superdotados y que sin embargo no le llegan ni a la suela de los zapatos. Están muy bien trazados también Weston, y Antón, y Sara y Violet, una joven inteligente y ambiciosa que jugará un papel importante en la trayectoria vital de Dimitri. Tampoco dejará indiferente a nadie la visión del lugar al que se encamina la humanidad. En ese sentido, la novela reflexiona sobre el desperdicio y la carencia de recursos a la que nos veremos abocados por nuestra inconsciencia y nuestra falta de compromiso con la naturaleza.

Blanca demuestra con esta novela que se mueve con pez en el agua por cualquier género que visite con su imaginación. Historia en “La búsqueda” y “El legado”, aventura e intriga con “El manuscrito”, y una ciencia ficción esmerada y elegante con este “Dimitri Galunov” que hoy comento. Imprescindible lectura para todos los amantes no sólo del género, sino de la buena literatura en general. No, no me ha defraudado “Dimitri Galunov”. En absoluto. Todo lo contrario, me ha encantado.

Que el aullido del lobo que preside el alma de Dimitri os acompañe mientras conocéis su interesante trayectoria vital.

sábado, 18 de febrero de 2012

La arena del reloj, de Mayte Esteban

“Cuando Ya has vivido parte de tu vida sientes la necesidad de mirar hacia atrás, de recordar acontecimientos que marcaron tu pasado y condicionaron lo que entonces era tu futuro. Novalis decía que la vida debe ser una novela que inventamos y yo creo que todas las vidas, por sencillas que parezcan, llevan escondida una novela”
Este es el comienzo, el magnífico comienzo, del libro que Mayte Esteban ha dedicado a la memoria de su padre, Juan José Esteban Puado.
Existen varias razones que nos empujan a coger un libro y zambullirnos en su lectura. Leemos para entretenernos, para pasar el rato, del mismo modo que podríamos estar mirando la televisión. En otras ocasiones leemos para aprender, para saber más, para alimentar esa curiosidad insana que tenemos algunos, y que no queda satisfecha con los movimientos de la gente de la farándula o con los picorcillos del gallito de turno de Gran Hermano.
En otras ocasiones, posiblemente las menos, y sin embargo las más intensas, leemos para alimentar el espíritu, para compartir sentimientos, para crecer como personas a través de las vivencias de otras personas, de sus recuerdos, de sus anécdotas, de su dolor. El libro de Mayte puede encuadrarse, a mi gusto y por pleno derecho, en esta última categoría, sin desmerecer en absoluto las otras dos, que también alimenta con rigor y amenidad.
Descubrí “La arena del reloj” tras leer la magnífica reseña que le dedicó Tatty en su blog “El universo de los libros”, que os invito a leer en el siguiente enlace:
En el libro de Mayte podemos encontrar muchos elementos capaces de remover nuestra conciencia, de despertar un sentimiento que, por desgracia, y como muy bien dice Mayte, se está perdiendo: el de la empatía, el de la facilidad para ponerse en el lugar del otro, vestir su piel, algo que antaño resultaba sencillo y gratificante, porque la gente vivía en sociedad, los niños jugaban juntos en la calle, las personas conocían su entorno y Madrid, es verdad, estaba compuesto por barrios más parecidos a pequeños pueblos. Resulta muy nostálgico, y bastante envidiable, el episodio en el que el padre de Mayte nos cuenta que a la muerte del abuelo Julito, cerraron todas las tiendas de la calle en que vivía. Hoy en día está todo enfocado a promover la soledad de las personas, desde la niñez a la madurez, lo que eclipsa esa empatía de la que hablábamos antes.
Mayte consigue la empatía absoluta a través de su libro. Meterse en la piel de su padre, sentir la vida que ha llevado, hacerse una con su padre. No resulta sencillo lograr algo así, pero sí que es cierto que los que hemos pasado por una experiencia similar hemos vivido la vida del otro durante un plazo de tiempo irregular. Hemos sufrido al abrir el sobre con los resultados de los análisis, hemos disfrutado cuando las noticias abrían una puerta a la esperanza, hemos llorado y reído con la intensidad que provoca la posibilidad de que todo acabe de repente. Hemos subido, en definitiva, a esa “montaña rusa” que define Mayte. No es algo sencillo de explicar, salvo si se ha vivido, y cuando se ha vivido, no hace falta explicarlo. Mayte es generosa, escucha a su padre, se vuelve niña de repente, como la hija pequeña que fue en un momento dado. Graba la historia de Juan José, su vida, su experiencia, su alma, y la comparte con nosotros con generosidad y sencillez, con la profesionalidad que muchas escritoras que se consideran o son consideradas consagradas no poseen. Resulta imposible dejar de leer cuando uno se sumerge en la arena de ese reloj que llenaba la vida de Juan José, la vida de todos y cada uno de nosotros.
Apenas aparece la enfermedad. Es un deseo que expresó el mismo Juan José cuando pactó con su hija la gestación de la historia de su vida. “Él no quiere hablar de ello, no quiere que en estas páginas aparezca por ninguna parte su enfermedad, es como si negándose a registrarla por escrito fuera a desaparecer”, escribe Mayte. El dolor está, pero eclipsado por las ganas de recordar, de contar la experiencia vital. Resulta inevitable sonreír en muchas ocasiones, como cuando Tere se cae de la moto de Juan José y se pega un culetazo de órdago, o como ante esa frase que le dirigía siempre el abuelo Julito al primo Antonio, “cerrojo, que eres más cerrojo que el de la iglesia de San Antonio”, que llevó al padre de Mayte a visitar dicha iglesia picado por la curiosidad, para comprobar que el tal cerrojo “era un instrumento de diez centímetros de diámetro y un metro de largo”.
Mayte consigue con el libro recuperar a su padre, al de verdad, al que bailaba con chicas en las fiestas, consiguiendo “una sesión de pisotones de un minuto y medio” por culpa de los permisos y exámenes que concedían las recelosas madres a los peticionarios. Al hombre que se desenvolvió con entereza y sacrificio en una España gris y medio en escombros, que con sus ideas y su inteligencia consiguió ganarse el respeto de los que compartían trabajo con él en la fábrica en la que pasó la mayor parte de su vida laboral. No conocemos al Juan José enfermo, y en eso consiste la maestría de Mayte, en ocultarle a su padre los miedos y el sufrimiento que sin embargo comparte con nosotros. Conseguir eso, la persona que fue antes de la enfermedad, es algo que buscamos los que hemos pasado por ello, y que sólo se logra con el paso del tiempo. A los dos o tres años, no antes, se difuminan esos últimos meses de dolor y aspecto demacrado, y vuelve a la cabeza la fotografía de la persona sonriendo y tal como era. El libro de Mayte ayuda, con su magia, a recuperar esa fotografía.
Cuando nacemos se pone en marcha el mecanismo invisible de nuestro reloj vital”, nos dice Mayte. De un reloj que no se sabe ni la arena que contiene, ni el tiempo que va a tardar en agotarse, ni el orden que van a adoptar los granos una vez que pasen al otro lado a través del estrecho agujero. La prosa de Mayte es elegante, amena, muy bien escrita. Intimista en sus momentos de dolor y de montaña rusa, emotiva al narrar a su padre. Un libro fácil de leer, que podéis encontrar en el propio blog de Mayte, en el siguiente enlace:
Os aseguro que os llegará al corazón y se instalará ahí para siempre.
Juan José Esteban Puado, hijo de Juan Esteban Moreno y de Pascuala Puado Sanz, ha resultado para mí un auténtico placer conocerle. Mayte Esteban, muchas gracias por presentarnos.

sábado, 28 de enero de 2012

"El manuscrito 1. El secreto", de Blanca Miosi

«Cuando el monje extendió las manos ofreciéndole el cofre, se encontraba al borde del acantilado. Por un momento tuvo miedo de que fuese una trampa.  Antes de entregárselo lo retuvo un instante como arrepintiéndose. Temblaba tanto que pudo sentir sus movimientos convulsivos. Luego el monje hizo un ademán brusco, soltó el cofre y se lanzó al vacío. No se escuchó ni un grito. Instantes después, solo un sonido seco acompañado de un crujido atenuado por la distancia.  Horrorizado, se asomó al precipicio y pese a que ya estaba oscuro pudo distinguir un bulto informe sobre la roca plateada.  Le invadió un profundo sentimiento de piedad, una mezcla de compasión, pena infinita y agradecimiento. Tenía en sus manos lo que había ido a buscar, sintió a través del grueso tejido de la mochila los listones de metal en la madera.  Dio la vuelta y se alejó del lugar con largas zancadas: el mal estaba hecho y ya no había remedio.  Sintió el viento frío como un latigazo en la cara y supo que estaba húmeda a pesar de que aún no había empezado a llover. Reprimió el sollozo y caminó con prontitud el largo trecho de regreso que lo llevaría a la piazza, cobijando el bulto bajo su chaqueta de cuero.  Miró los signos fosforescentes de su reloj: tenía el tiempo justo para llegar al muelle y abordar el último ferry».
Así comienza “el Manuscrito I. El secreto”, la novela de Blanca Miosi que podeis encontrar en la página de Amazon a un precio muy asequible, en el siguiente enlace:
¿Cabe mayor sensación de curiosidad por seguir adelante después de leer un párrafo como este? Nicholas Blohm cierra el manuscrito en el que ha leído el párrafo anterior, y mira a su lado, en el banco de un parque de Nueva York. El hombre que se lo había prestado ya no está a su lado. Otro nuevo misterio, seguido, atrayente, seductor. Así es toda la novela. Situaciones misteriosas, intrigantes, atractivas, con el sabor a la buena literatura del que están impregnadas todos los libros de esta gran autora venezolana, la autora de “La búsqueda” y “El legado”, novelas que también reseñé en su momento en este blog.
Blanca Miosi vuelca en lo que escribe su profesionalidad como autora, su infinita capacidad de documentación. En el caso que nos ocupa, parece que en determinados pasajes el lector se sumerge, gracias a la precisión y facilidad de descripción de Blanca, tanto en las catacumbas y húmedas galerías del complejo de Noravank, en Armenia, lugar en el que se dice comenzó el cristianismo, como en modernísimos edificios de corporaciones de dudosa reputación, como esa “Empresa” cuyo poder se va haciendo infinito a medida que avanza la trama.
Nicholas Blohm seguirá leyendo ese extraño manuscrito, que modifica su contenido a capricho de un poder que se escapa de la inteligencia humana. Su camino se cruzará con el de Dante Contini-Massera, descendiente de una rancia familia italiana muy poderosa, que acude a Roma cuando su tío, Claudio Contini Massera, está a punto de morir a causa de una grave enfermedad. Ni Dante conoce a Nicholas, ni Nicholas sabe de Dante nada más que la información que, con cuentagotas, le va proporcionando el misterioso manuscrito. Sin embargo, cuando sus caminos coinciden, emprenderán juntos una aventura que les llevará por diferentes países y destinos más que sugerentes, desde la mencionada Armenia hasta la misteriosa y emblemática biblioteca de Hereford, en Inglaterra, en donde visitan su famosa biblioteca, en la que los libros permanecen atados con gruesas y antiguas cadenas para evitar los robos.
Misterio, historia, dramatismo, extrañas conspiraciones, descubrimientos del maléfico doctor Mengele ocultos en las ignotas catacumbas de Armenia, investigaciones ocultas en complejos situados en la inmensidad del desierto en algún lugar perdido de EEUU… “El manuscrito” cuenta con todos estos ingredientes para convertirla en una novela atractiva, atrayente, adictiva y representante de esa forma de leer en la que se te pasan las horas sin que te des cuenta, sin que puedas dejar de leer hasta saber un poco más. La trepidante acción, cuya muestra supone el inicio que os acabo de poner, no dejará indiferente a nadie, pero es que el manuscrito es algo más que eso. Mucho más que eso, diría yo. A todo lo anterior, muestra de una literatura que a priori podría parecerle a muchos de consumo o ligera, Blanca Miosi le proporciona su toque personal, esa profesionalidad llena de matices que ha sabido labrarse a fuerza de sus tres recetas clásicas: escribir, escribir y escribir. Ese toque personal al que me refiero se manifiesta en la elaboración de sus personajes, desde los mencionados Nicholas y Dante, los auténticos protagonistas, hasta el mayordomo de Dante, Pietro, pasando por todos los demás. Carlota, la madre de Dante que oculta un gran secreto que se irá descubriendo a medida que transcurre la trama, el fraile Francesco Martucci, íntimo amigo de Claudio, que carga también con su correspondiente secreto,  el mismo tío Claudio, un personaje grande, importante, creador de “La empresa”… Todos tienen algo que ocultar, todos son importantes para la trama, todos aportan su granito de arena para convertir esta novela en un atrayente viaje a la literatura con mayúsculas.
También resultan muy atractivos algunos personajes secundarios que, sin aportar a la trama gran contenido, acompañan a los personajes principales en este sugerente viaje al misterio. Es el caso de Linda, una mujer de la que Nicholas estuvo enamorado y que ahora no le gusta. Ella, con su indiscreción y curiosidad, provoca un pequeño cataclismo cuando abre el manuscrito y hace que se borre todo el contenido. También son sugerentes y misteriosos Irene, la novia colombiana de Dante, dueña de una floristería, y Jorge Rodríguez, un contable de la misma nacionalidad que muere en extrañas circunstancias atropellado por un vehículo.
No puedo ni quiero seguir desvelando más aspectos de la trama de “El manuscrito”. Es necesario que todo aquel que disfrute de la buena literatura la lea. Blanca Miosi está consiguiendo con su buen hacer un puesto muy importante en el mundo de los buenos escritores. La novela está siendo todo un éxito de ventas en Amazon, y eso demuestra que tiene tirón, que engancha, que atrae y que entretiene. Es algo más que un best seller al uso, con esos personajes planos a los que nos tienen acostumbrados muchos escritores posiblemente de más renombre que Blanca, pero de infinitamente menos profesionalidad. Malos muy malos y buenos que de tan buenos parecen imbéciles profundos. Los personajes de Blanca tienen mil matices. Pueden ser corruptos y hacérsenos simpáticos, pueden ser honestos y mantener un halo de hipocresía. Hasta el mismo Mengele se nos hace simpático en algún momento del encuentro… Pero no quiero desvelaros más amigos. Os invito a sumergiros en la lectura de esta magnífica novela, y a esperar con ilusión y curiosidad esa segunda parte que anticipa el final de la primera. Seguro que Blanca está ya trabajando en ella.