Ya atrae la portada. En cuanto me lo enseñó Igor Hernández,
el autor de “En las calles”, “Capital” y “Proyecto AC7”, supe que tenía que
comprarlo. Me atrajo la portada, increíble, con esas letras rojas sobre la
fotografía de Frankenstein leyendo a Don Quijote, pero me atrajo todavía más el
párrafo que leí al abrirlo al azar. Pertenece al episodio “veintiséis días”, casualmente
el que más me ha gustado del libro.
“Lo importante de una
novela no es la velocidad con la que fue escrita, sin duda, sino su calidad, es
decir, que nos conmueva, que nos entretenga o, si es posible, que consiga ambas
cosas a la vez. Pero hay ocasiones en las que la velocidad se convierte en la
clave de la redacción de una novela. Y sólo un genio es capaz de salir bien
parado de semejante locura”.
Aquel párrafo me encantó, y compré el libro. Está compuesto
por veinticuatro episodios, relacionados todos ellos con grandes autores de la Literatura
Universal. Desde el primero, “¿Quién inventó el orden alfabético?”, hasta el
último, “El libro electrónico o el pergamino del siglo XXI”, desfilan ante
nuestros ojos un buen número de escritores y de personajes que más de una vez
nos han hecho vibrar a los que amamos el arte de la literatura, desde Dumas
hasta Anne Perry, pasando por Dickens, Dostoievsky, Perez Galdós y Angel
Guimerá, cogiditos los dos de la mano, y, cómo no, el doctor Frankenstein y el
mismísimo Don Quijote, que sí que se encontraron realmente en una noche de
tormenta, como se desvela en uno de los episodios.
Lo que más me ha gustado de Santiago Posteguillo es su forma
de narrar, que irradia su pasión por la literatura en cada línea, en cada
palabra. Me resultaba imposible leer menos de tres o cuatro episodios cada
noche antes de dormir, mirando el reloj y robándole un poco más al sueño. Todos
los episodios mantienen la intriga y el interés hasta el final. Se trata de
historias curiosas de autores muy conocidos, circunstancias en las que se
escribió tal o cual obra, miserias y desvelos de grandes genios que tenían que
escribir, como en el episodio referido, una novela en veintiséis días.
Posteguillo atrae como un imán el interés hacia lo que
cuenta. Cualquiera de las historias podría ser llevada al cine de forma
autónoma sin ningún problema, y sería un auténtico taquillazo. Se siente frío
al pasear por la casa de Dostoievski, se siente la humedad que se mete en los
huesos de las orillas del Támesis, y el placer de la hoguera de una chimenea en
la mansión en la que se escribió “Frankenstein”. Dosifica las descripciones con
la maestría del gran autor que es, mezclando sentimientos con pinceladas de
ambiente en una narración que mezcla la técnica de una novela con la del
documental o docudrama, como se quiera llamar. Cuesta no pensar en los campos
de concentración de Siberia al leer ese episodio, uno de los más duros del
libro. Cuesta no pensar en lo imbéciles que hemos sido en innumerables
ocasiones los españoles, al asistir al surrealista enfrentamiento entre Galdós
y Guimerá, provocado por unas instituciones a las que lo que menos les
importaba era la grandeza de los dos autores. Cuesta no soltar una exclamación
de sorpresa ante los orígenes de autoras tan encumbradas hoy en día como Anne
Perry o J.K Rowland.
No quiero ni debo contar nada, porque cada episodio guarda
una sorpresa en su interior, y resultaría absurdo desvelarla en la entrada de
un blog. Es de esos libros que hay que leer, sin más, que despertará en los que
se sumerjan en sus páginas la curiosidad por saber más datos de los autores
consagrados de todos los tiempos. Cuando lo acabas te quedas con las ganas de
saber más, de conocer aún un poco más los entresijos del Universo Literario.
Cada episodio viene precedido por un dibujo, al uso de los
libros de grabados antiguos. No significa nada, pero embellece la edición. Lo
digo porque creo que es uno de esos libros que se deben degustar en papel, no
por nada, sino porque además se convertirá sin duda en uno de vuestros libros
de cabecera. La edición es muy digna, con 230 páginas plenas de datos,
historias y curiosidades que os harán pasar un rato más que agradable. A mí me
costó 18 euros en el Corte Inglés, y os aseguro que, por lo mismo que cuestan
un par de cañas y una ración de calamares, he pasado un tiempo infinitamente
más agradable. Me parece absurdo ese debate que asegura que los libros son
caros, porque todo es relativo. El libro alimenta el espíritu, y más un libro
como este, pero eso es algo que para mucha gente no tiene importancia alguna.
No debéis dejarlo escapar. Vienen fechas apropiadas para incitar a que alguien
de la familia os lo regale.
Gracias a Santiago Posteguillo por haber escrito algo tan grande
como este libro. No había leído nada suyo, pero reconozco que me ha enganchado
su manera de contar. Sólo se me queda una pregunta en el tintero: ¿para cuándo la segunda parte?