sábado, 26 de enero de 2008

Viajes al otro mundo. Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter. H.P. Lovecraft


¿Un libro de Lovecraft al lado del monumental “Laberinto español?. ¿Juntar la profundidad, la madurez y el sentido de análisis de Brenan con la desbocada imaginación de un escritor que para muchos se situaba al borde mismo de la locura?. Tranquilidad, amigos, que tengo mis razones para tan extraña mezcla.

Quiero comentar este libro de Lovecraft porque para mi supuso un gran salto en mis hábitos de lectura. Hasta entonces había estado prácticamente sumido por completo en lecturas de novelas, y más que novelas, relatos, de terror. Supongo que todos recordaréis la famosa edición de Alianza editorial de los cuentos completos de Edgar Allan Poe, en dos gruesos volúmenes que se desencuadernaban al segundo envite, o los mitos de Cthulhu, de similares características, una especie de templo del terror en el que Lovecraft compartía altar con otros grandes autores de este género. Me veía a mi mismo como el personaje de “Vinum Sabati”, un relato de Machen que aparecía en este último volumen, que se pasaba todo el día metido en su cuarto, medio tumbado en un confortable sillón, y siempre leyendo. Recuerdo muchas noches en vela, mirando el reloj cuando la luz eléctrica de mi cuarto se mezclaba con el sol que empezaba a despuntar, nervioso porque no me iba a dar tiempo de acabar el relato antes de tener que vestirme para ir al colegio. “El horror en la literatura”, del mismo Lovecraft, me sirvió como punto de referencia para descubrir más autores, como el mencionado Machen, Montague Rodes o Lewis, el autor de “El monje”, escritores todos ellos dignos de figurar en un lugar preferente en la biblioteca de cualquier aficionado a la lectura.

Estaba, en definitiva, volcado de lleno en el género del terror, cuando descubrí el libro que hoy comento. Si bien el primer relato que integra el volumen, “La declaración de Randolph Carter”, parecía más de lo mismo, con el descenso de Harley Warren por una escalera de hediondos peldaños cubiertos de materia viscosa y desconocida, situada al fondo de un tenebroso panteón en un sombrío cementerio, la lectura de “La llave de plata”, el segundo relato, invita a pensar que aquello no tiene nada que ver con el terror, sino con lo onírico, con la vuelta a los sueños infantiles. Dejemos que hable el propio Randolph Carter:

“Pero cuando comenzó a estudiar a los filósofos que habían derribado los viejos mitos, los encontró aún más detestables que quienes los habían respetado. No sabían esos filósofos que la belleza estriba en la armonía, y que el encanto de la vida no obedece a vida alguna en este cosmos sin objeto, sino únicamente a su consonancia con los sueños y los sentimientos que han modelado ciegamente nuestras pequeñas esferas a partir del caos. No veían que el bien y el mal, y la felicidad y la belleza, son únicamente productos ornamentales de nuestro punto de vista, que su único valor reside en su relación con lo que por azar pensaron y sintieron nuestros padres, y que sus características, aun las más sutiles, son diferentes en cada raza y en cada cultura”.

No me negareis la belleza de este pasaje. Parece increíble que pueda haber sido escrito por Lovecraft, pero así es. Otro pasaje:

“Predispuestos y fanáticos por las ilusiones preconcebidas de justicia, libertad y conformismo, habían arrumbado el antiguo saber, las antiguas vías y las antiguas creencias, y jamás se habían parado a pensar que ese saber y esas vías seguían siendo la única base de los pensamientos y de los criterios actuales, los únicos guías y las únicas normas de un universo carente de sentido, de objetivos estables y de hitos fijos. Una vez perdidos estos marcos artificiales de referencia, sus vidas quedaron privadas de dirección y de interés, hasta que finalmente tuvieron que ahogar el tedio en el bullicio y en la pretendida utilidad de las prisas, en el aturdimiento y en la excitación, en bárbaras expansiones y en placeres bestiales. Y cuando se hallaron hartos de todo esto, o decepcionados, o la náusea les hizo reaccionar, entonces se entregaron a la ironía y a la mordacidad, y echaron la culpa de todo al orden social. Jamás lograron darse cuenta de que sus principios eran tan inestables y contradictorios como los dioses de sus mayores, ni de que la satisfacción de un momento es la ruina del siguiente. La belleza serena y duradera solo se haya en los sueños, pero este consuelo ha sido rechazado por el mundo cuando, en su adoración de lo real, arrojó de sí los secretos de la infancia”.

Ahí queda eso. ¿No os parece un análisis de rabiosa actualidad?. Al final del relato, Carter encuentra la llave de plata, vuelve al escenario de su infancia, en la siempre presente Arkham, y después de entrar en la caverna de las serpientes, desaparece.

En el siguiente relato, “A través de las puertas de la llave de plata”, cuatro personas se reúnen en una inmensa sala de paredes adornadas con tapices de extrañas figuras. Uno de ellos, un sabio excéntrico de Providence llamado Ward Phillips, que no es otro que el mismo Lovecraft, trata de evitar que los herederos se repartan las propiedades de Carter, alegando que es muy posible que Carter esté vivo todavía, pero perdido en otra dimensión. Concretamente, en el trono de un país perteneciente a sus sueños conocido como Ilek-Vad. Para corroborar su tesis, asiste a la reunión un extraño hindú, barbudo, moreno, tocado con turbante y con mitones en las manos, que cuenta, en un estado de semitrance, el viaje de Randolph Carter en busca de sus sueños y ayudado por la llve de plata. El representante de los herederos de Carter, un tal Aspinwall, no se cree nada, y al tratar de desenmascarar al hindú muere de un ataque al corazón por algo que ve en el rostro del mago. Este se escabulle entre el desconcierto de los demás, y sale de la sala por un reloj de péndulo.

Llegamos por fin a la parte más jugosa del libro, la novela corta “En busca de la ciudad del sol poniente”, en la que se describen, con gran fantasía, las aventuras de Randolph Carter para encontrar la ciudad de sus sueños. Al parecer, Lovecraft estuvo trabajando en esta historia durante gran parte de su vida, hasta el punto que se publicó once años después de la muerte del autor. Algunos estudiosos piensan que constituye una clave en la obra del autor, una especie de diario íntimo o sueño secreto. En la narración aparecen los primigenios, los gules, los dholes, Azathoth y Nyarlathotep, shantaks y otros dioses y seres muy habituales del universo de Lovecraft, aunque en este libro parecen más cercacons y familiares que en las terroríficas apariciones que protagonizan en otros títulos del autor. Al final, cuando Carter está llegando a la ciudad del sol poniente, un pensamiento al parecer inspirado por el mismo Nyarlatotheo parece poner las cosas en su sitio: “Porque sabe que tu dorada y marmórea ciudad de ensueño no es sino la suma de todo lo que has visto y amado en tu infancia. Está hecha con el esplendor de los antiguos tejados de Boston y con las ventanas de poniente encendidas con los últimos rayos del sol; con la fragancia de las flores del Common, la inmensa cúpula erguida en lo alto de la cuesta, y el laberinto de buhardillas y chimeneas que se alzan en el valle violáceo donde el Charles discurre perezosamente por debajo de los innumerables puentes. Este encanto, moldeado, moldeado, cristalizado y bruñido por los años de recuerdos y de ensueños, constituye la misma esencia de tus maravillosas terrazas y tus puestas de sol, y para hallar ese antepecho de mármol ornado de extraños jarrones y balaustradas esculpidas, y para descender finalmente por esas escalinatas deslumbrantes hasta las plazas anchísimas y las fuentes prismáticas de tu ciudad, solo necesitas retroceder a los pensamientos y visiones de tu juventud llena de anhelos”.

Literatura en estado puro, como podéis comprobar. Un viaje al mundo de los sueños que nada tiene que envidiar a iconos de la literatura fantástica tales como “El señor de los anillos”, “Las crónicas de Narnia” o “La brújula dorada”, y que tal vez no haya alcanzado nunca el grado de reconocimiento que lograron las otras debido al posible encasillamiento en el terror al que se le ha sometido siempre al autor. Es muy posible que, los que no se han acercado nunca al talento y a la genialidad de “Lovecraft”, les fascinara más una adaptación cinematográfica de esta obra que la patética “Reanimator”, basada en un relato y que le ha hecho siempre flaco favor al autor de Providence.

Conservo con auténtica pasión la edición que de esta obra publicó Alianza Editorial en 1978. Tiene una introducción, completamente prescindible y que ha envejecido mucho peor que el relato que presenta, pretenciosamente escrita por Rafael Llopis, que dejándose llevar por el pintoresquismo al uso en aquella época de descubrimientos más o menos transgresores, se permite la licencia de comparar la narración de Lovecraft con las sensaciones causadas por un viaje de LSD.

Ajada y manoseada por el tiempo, prácticamente desencuadernada a causa de las numerosas relecturas, tiene para mi el valor sentimental de haberme lanzado a descubrir otras formas de hacer literatura. A partir de su lectura me asomé a otros géneros, tales como la fantasía, la Ciencia Ficción, la novela policíaca o la novela histórica. Un libro que supuso, casualmente, mi llave de plata personal para acceder de cabeza al mundo de los sueños soñados por otros.

sábado, 19 de enero de 2008

El laberinto español

Probablemente no exista un tema de discusión más delicado que el de la guerra civil española. Cuando se habla de este asunto en cualquier foro de debate, ya sea familiar, educativo o de cualquier otro rango, es muy difícil, por no decir imposible, que no surjan enseguida las pasiones personales de cada uno de los contertulios. Todo el mundo, exceptuando quizás las generaciones que rondan actualmente los veinte años, recuerda con dolor algún episodio relacionado con aquella tragedia nacional.

Es muy complicado dejar a un lado los sentimientos propios, olvidarse de la situación que vivieron nuestros abuelos, o incluso nuestros padres, en uno y otro bando. Se cuentan historias de represalias, de muertes, de paseíllos, de ejecuciones arbitrarias, de quema de iglesias, de castigos ejemplares, que ponen ciertamente los pelos de punta si las comparamos con un punto de vista actual. Me inquieta mucho la desazón que producen las personas ancianas cuando evitan hablar del tema, bajando los ojos, con gesto huraño, como si el recordar les produjera un dolor irreparable, como sin duda ocurre en la mayoría de los casos. Resulta imposible, y alguna vez se me ha presentado el caso, que dos personas de distinto bando y de cierta edad, se pongan de acuerdo en hablar desapasionadamente de lo que no deja de ser una vergonzosa guerra fratricida, en la que los españoles nos despellejábamos mientras el mundo nos miraba como si estuviera viendo una corrida de toros, al tiempo que alimentaba en cierto modo, con armas o con hombres, el bando que le interesara. Resulta imposible, decía, juntar a dos personas de distinto bando que no acaben, en menos de cinco minutos, arrojándose mutuamente los muertos, despotricando contra el vecino de izquierdas o de derechas que le robó el negocio o la mujer, o lamentándose de los años de hambre y penurias de todo tipo que sacudieron al país después del conflicto, años de posguerra que para la mayoría de los ancianos “fueron mucho peores que la propia guerra”. Uno asiste entristecido a la narración de esa historias de dolor y tragedia, y al final, casi indefectiblemente, esos ancianos llegan siempre a la misma conclusión: “Y antes de la guerra se vivía una situación muy parecida a la de ahora”, y es entonces cuando el pánico se apodera de los que escuchamos al anciano de turno.

¿Sería posible repetir hoy en día un conflicto de esas características?. ¿Tan poco hemos aprendido o evolucionado los españoles como para volver a entregarnos a la locura y a la muerte por una motivación simplemente política?. Cuesta muchísimo creer que en una situación económica y cultural como la actual pudiera volver a producirse un conflicto, pero no cabe duda de que, escuchando ciertos programas mediáticos de uno y otro signo, y sobre todo a la gente que llama algunas veces para dar su opinión, existen todavía muchos odios sin cicatrizar a los que probablemente no les importaría embarcar al país en una macabra aventura destinada únicamente a la revancha y al afán de exterminio del contrario que caracterizó la guerra de 1936. Podría pensarse también que las nuevas generaciones no conocen tan de cerca el horror como para que no les importara embarcarse de nuevo en el. Unos cuantos agitadores de la locura podrían provocar una catarsis de odio hacia cualquier cosa que les pareciera. ¿Resultaría tan sencillo?. Espero que no. Creo que algo hemos aprendido desde entonces, y que no merecería la pena perder la vida por una idea.

Dado que por el momento resulta imposible la discusión desapasionada sobre el tema con los personas a las que el conflicto tocó de una manera más directa, que como ya he dicho fueron todas las personas mayores de sesenta años, y que resulta imposible que alguien nos explique las motivaciones que llevaron a eso, a los que nos pica la curiosidad no nos queda más remedio que acudir a la letra impresa. En este sentido tampoco tenemos mucha suerte. La gran mayoría de los historiadores nacionales están también marcados con el signo del compromiso, y a pesar de que juran y perjuran que su visión es la más objetiva, no os lo creáis, porque es simplemente mentira. Yo he leído bastantes libros sobre el tema, y todos acaban resultando auténticas soflamas panfletarias de uno u otro signo. Es posible que haya alguno medianamente desapasionado, pero yo no le conozco. No quiero dar nombres, pero si os interesa el tema, sabeis que hay muchos, muy vendidos, además, cuyo testimonio acaba siendo un panegírico del bando nacional, del bando republicano, o de personajes concretos de uno y otro lado.

En este sentido, reconozco que el único libro que me explicó de una forma clara los antecedentes y motivaciones de tan vergonzoso conflicto, fue “El laberinto español”, escrito por Gerald Brenan en 1960 y publicado en castellano por primera vez en París, en la editorial Ruedo ibérico, en 1962. Tengo la inmensa fortuna de poseer un auténtico incunable de esta joya, publicado en 1977 por Ibérica de Ediciones y Publicaciones, en una colección titulada precisamente “Libros de Ruedo Ibérico”.

Gerald Brenan fue un enamorado de España. Vivió en Málaga durante casi veinte años antes del conflicto, siguió aquí una temporada cuando empezó este, y después completó su información en la Biblioteca del Museo Británico para escribir esta obra maestra. Gran pensador, ágil conversador y magnífica persona, Brenan se convirtió en rebelde desde su más tierna infancia. Luchó desde muy joven con el encorsetamiento al que le sometía el opresivo ambiente victoriano de la Inglaterra de principios de siglo. Vivió en Sudáfrica y la india, y sufrió la rigidez del sistema educativo británico de alto copete. Para escapar de todo aquello, montó una farsa, disfrazándose incluso, y se dedicó a viajar por Francia, Italia y Dalmacia, a la búsqueda del alma del ser humano. Participó después en la Primera Guerra Mundial, y si bien al principio veía el conflicto desde un punto de vista romántico, bien pronto su inocencia fue cediendo su espacio al horror. Es después de este triste episodio cuando llega a España y vive en Yegen, un pueblo de la alpujarra malagueña. Fascinado por el país y sus gentes, Brenan anotaba minuciosamente todo lo que le rodeaba. El folclore, las costumbres, las palabras, los gestos, el ruido, el trajín...Demostrando con ello un gran amor y fascinación por el modo de vida hispánico. Tanto es así, que se instaló definitivamente en España hasta su muerte, en 1987. Todas estas vivencias se narran en otros dos libros, indispensables en la biblioteca de los que aman a los que aman a España, y que posiblemente sean objeto de una próxima entrada en este blog. Los libros son “Una vida propia” y “Al sur de Granada”, inspiración esta última de una reciente película que no le hace nada de justicia al libro. Estos libros nos dicen que el personaje en cuestión es tanto o más interesante que lo que escribe.

No quiero extenderme más. Dejemos que hable Brenan en algunos pasajes de su obra “El laberinto español”:

- Además, cuando se trata de una iglesia católica, tiene una cierta capacidad insospechada de resurgimiento y expansión, porque puede dar algo que la gente busca con afán en tiempos difíciles. Esto es especialmente cierto en España, donde una mentalidad destructiva y escéptica va unida, a menudo en la misma persona, a un ansia profunda de fe y certeza.
- Es cierto que una iglesia tan rígida e intransigente como la española no se concibe en Francia o Italia. Pero, ¿acaso no sucede así con casi todos los grupos e instituciones españolas?. Los españoles que con más fuerza se oponen a ella -los intelectuales y los liberales- son precisamente los que desean que su patria sea más europea.
- Me siento más inquieto ante la insensata actitud de los republicanos al atacar a la iglesia, descuidar el problema agrario y sobreestimar en general sus propias fuerzas.
- Pero los jefes nacionalistas, deslumbrados por la Alemania nazi, no se conformaban sino con una victoria total por aniquilamiento de sus enemigos, y sus seguidores, que en todo caso no podían elegir, estaban atemorizados. El resultado fue una guerra civil que ha arruinado a España para medio siglo.
- Y ocurre que esta dificultad se ha visto acentuada, o incluso causada, por el hecho de que Castilla, que por su posición geográfica y por su historia representa la tradición centralizadora, es una meseta desnuda, pobre en agricultura, en recursos minerales y en industria. Las provincias marítimas son mucho más ricas y más industriales. De esta manera, aunque solo Castilla puede mantener unida a España –pues es impensable una España gobernada desde Barcelona, Bilbao o Sevilla-, los castellanos carecen de dinamismo industrial y comercial para dar al país una eficaz organización económica. Su actitud es militar y autoritaria, y las provincias más ricas e industriales han comprendido pronto que, mientras estén gobernadas por Castilla, no solo se sacrificarán sus libertades locales, sino también sus intereses económicos.
- Los españoles han conservado un tipo de vida que era corriente en la Edad Media y en la Antigüedad, pero que han perdido los hombres modernos, hijos de familias pequeñas y de sociedades difusas. La mayor parte de las cualidades que admiramos en ellos se explican así. Su fuerza e independencia de carácter, su reacción rápida y completa ante cualquier situación social, su integridad emotiva, su don de palabras –y también, hay que decirlo, su crónica indisciplina-, son todas ellas características debidas a que los españoles han continuado viviendo la intensa vida de la ciudad-estado griega, de la tribu árabe o del municipio medieval. La tertulia y el café ocupan el lugar del ágora. La política es municipal o tribal, y es auténtica política en el sentido de que quien pierde, paga. Así se explica la agudeza política que sorprende incluso al más superficial observador de los españoles, pero así se explica también su ineficacia. Aun las mejores cabezas rara vez logran escapar de la red de sus relaciones personales para dominar la escena a su alrededor. Las mismas causas que han hecho de los españoles el pueblo más vigoroso y humano de Europa, les han condenado a largas etapas de estancamiento político y de inoperancia.
- España es una miniatura de Europa, y los españoles tienen gran apego al poder.
- Es sobre todo la incapacidad de las clases dirigentes para gobernar honradamente, o para conceder la más mínima atención a las quejas contra ellas que desde las provincias clamaban al cielo, lo que ha hecho de España el país clásico de las insurrecciones.
- Cuando se envidiaba a los ricos (y los españoles son un pueblo muy envidioso), ello significaba casi tanto el deseo de rebajarlos como el de elevarse hasta ellos.
- Yo no sé a donde vamos, pero sé que, doquiera que vayamos, perderemos nuestro camino (frase de Sagasta)
- Se diría, para terminar, que aunque los españoles tienen ingenio, capacidad y medios suficientes para restaurar su país, no lograrán hacerlo, y aunque enteramente capaces de salvar su estado, no lo salvarán, porque les falta voluntad de hacerlo (frase de Sebastiano Foscarini)
- Son españoles los que no pueden ser otra cosa (frase de Canovas)
- Pero este tipo de injusticia no venía a ser otra cosa que un síntoma de un mal mucho más general aún: la corrupción de todas las clases de la sociedad. En el mundo presidido por aquella política, todos, con la excepción de algunos políticos preeminentes que no manifestaban por lo demás la más mínima repugnancia en vivir sobre la corrupción de los demás, todo el mundo estaba cortado por el mismo patrón. El propio Canovas otorgó, en el espacio de cinco años, no menos de mil doscientos títulos y condecoraciones nobiliarias. Su lugarteniente, Romero Robledo (que como ministro de la gobernación fue el organizador del sistema caciquil), en una ocasión se adjudicó 282.000 pesetas para trabajos de irrigación en terrenos de su propiedad. No solamente abundaban las defraudaciones, más o menos legalizadas en los municipios, sino que se consideraba una traición el denunciarlas. Así sucedió cuando un hombre honesto y desinteresado, el marqués de Cabriñana, denunció los notorios escándalos del Ayuntamiento de Madrid; no solo fue condenado por difamación, sino que la totalidad de las familias aristocráticas, algunas de las cuales participaban en tales fraudes, rompieron con el toda relación personal.
- Hablar de la pereza del español sin explicarla equivale a no decir nada. El sistema de trabajo en toda sociedad queda determinado mucho menos por el proletariado que por las clases dirigentes. Donde la clase media es industriosa, el pueblo sabe como trabajar. Si conseguimos que trabajen las clases privilegiadas, habremos resuelto la clave del problema.

Bueno, prefiero no seguir, porque esta entrada podría durar demasiado. Creo que lo elegido vale perfectamente como presentación a lo que os espera cuando os sumerjáis de lleno en “El laberinto español”, si es que lo encontráis, porque esa es otra. Por alguna extraña razón que se me escapa, el libro ha desaparecido por completo de las estanterías.

He colocado pasajes básicamente de la presentación a las dos ediciones y unos pocos del principio. Imaginaos lo que podéis encontrar si profundizáis un poco más.

Una inquietud. Esto se escribió allá por los sesenta, y reflejando situaciones anteriores a la guerra civil. ¿No os parece que todavía tiene una vigencia espectacular?.

Hasta la próxima entrada.

sábado, 12 de enero de 2008

Presentación



Libros de cabecera, libros que nos gustan, que nos dan que pensar, que han llegado a cambiar nuestro planteamiento vital, que han contribuido a formar nuestra personalidad... La lista puede resultar interminable. Desde aquellas primeras lecturas de Poe, Lovecraft, Jack London o Julio Verne, hasta las actuales, más o menos serias, más o menos profundas, pero también cada vez más necesarias, más imprescindibles.
Es una lástima, amigos. Una vez adquirido el vicio de leer, esa funesta enfermedad degenerativa, es imposible encontrar curación. Da igual lo que intentemos, los centros de desintoxicación a los que acudamos (bingos, plazas de toros, platós de televisión...), la ayuda familiar, la de los amigos...El lector compulsivo ejerce su triste actividad donde sea, como sea y de la forma que sea. Si le quemamos los libros, leerá revistas, y si estas también desaparecen de su alcance, leerá hasta la letra pequeña de los anuncios colocados en las paradas de autobuses. Creedme: no hay solución.

¿No os ha pasado estar en una reunión de amigos, o en una cena familiar, o incluso en el cine, o en el trabajo, y estar deseando llegar a casa para haceros uno, fundiros con vuestro sillón favorito, calaros las gafas los que paséis de los cuarenta, y zambulliros sin ninguna protección en ese libro que tenéis entre las manos?. ¿No habeis leído a veces hasta que ya no podíais más, hasta que os dolía la cabeza, o los ojos, o la abuela golpeaba la puerta de la habitación creyendo que habíais muerto?. Esos síntomas son los que demuestran que algo va mal, que se ha producido en vuestro desquiciado cerebro ese desajuste que lleva a la locura, a ese pozo tenebroso del que jamás se sale con cordura. Es una pena, amigos, pero en ese momento, vuestra vida se habrá despeñado por una pendiente cada vez más pronunciada, hasta llegar al auténtico infierno.
Os convertireis en unos libroadictos, en unos insociables, en unos impresentables, de dedos amarillentos (a fuerza de pasar hojas), en unos Gollum incapaces de percibir otro estímulo que no sea la letra impresa en cualquiera de sus manifestaciones, y entonces... Entonces conocereis a otros seres tan patéticos como vosotros, tan parecidos, tan tristes...E intercambiaréis títulos, experiencias, noches de insomnio, comentarios, reseñas... Elementos nefastos, en definitiva, encaminados a incrustar aún más si cabe en vuestra alma ese terrible vicio de la lectura.

No pretendo nada más que comentar aquellos libros que más me han gustado. Compartir con vosotros, para exorcizar, si cabe, esos fantasmas que me han acompañado a lo largo de mi existencia. Empecé a leer con catorce años, básicamente los autores que he colocado más arriba. Siempre he acariciado la idea de tratar de expresar lo que esas lecturas, y las posteriores, han significado para mi. No tengo una lista preconcebida de libros, y ni siquiera una idea de los derroteros por los que va a discurrir esto. Creo que me gustaría mezclar un poco, alternar lecturas modernas con lecturas pasadas, libros de más o menos actualidad (aunque reconozco que no soy nada asiduo a comprar o leer últimas novedades) con verdaderas joyas que leí en mi adolescencia y juventud.

Ni siquiera tengo clara, como casi nunca, la manera en la que enfocar el comentario. No va a ser erudito, ni exhaustivo ni, mucho menos, en plan tesis. Me limitaré a colocar impresiones, como hago en mi otro blog dedicado más o menos al cine. Y a veces, incluso, ni eso. Prefiero que los libros hablen por si mismos, y copiaré, literalmente, aquellos pasajes que me hayan impactado. Directamente, sin añadir ningún comentario por mi parte. Siguiendo un poco la máxima de que, si lo que tienes que decir no es más bello que el silencio (en este caso, más bello que lo escrito por otro), más vale que no digas nada.

Tengo unos cuantos libros en la recámara, que son los que han motivado la creación de este blog (lo siento, amigos, pero desde que he descubierto blogger estoy imparable). Probablemente empezaré por ellos, pero me gustaría que los que hayais leido esta presentación también me hicierais alguna sugerencia, que comentarais los libros que más os han marcado en algún momento de vuestra vida. Os sorprendería si os dijera la hora de la madrugada a la que ha terminado a veces una conversación mía con un perfecto desconocido aquejado también de esta terrible enfermedad. Una de las terribles secuelas de esta enfermedad es el placer que se siente al compartirla con otro enfermo. No hay nada mejor que conversar sobre literatura.

No quiero extenderme más. Valga como presentación esta especie de declaración de intenciones. Es muy probable que el primer libro que cuelgue sea "El laberinto español", de Gerald Brenan. No me queda más que saludaros, y desearos que sobrelleveis esta lacra con la entereza y la resignación que nos caracteriza.

Un fuerte abrazo, amigos.